ALTOS TECHOS DE ASBESTO DE ABEL GERMAN /POR ODALYS INTERIÁN

 

 


El amor a la vida crece con fuerza con la madurez del espíritu. 
Manuel Azaña (El jardín de los frailes)

 

ALTOS TECHOS DE ASBESTO DE ABEL GERMAN

Un desastre lleno de desastres

Altos techos de asbesto, de Abel German, un libro que, para empezar, pone en el punto de mira la cuestión de si la vida merece o no ser vivida, un tema bastante llevado y traído por la literatura y la filosofía, pero que en la poesía de Abel adquiere trascendencia, por la agudeza de su pensamiento, la sinceridad que va a permear las agudas impresiones del autor y la genialidad de su estilo. El efecto albedo de este libro es todo su cuerpo poemático, con su increíble capacidad para reflejar luz, una incandescencia que por momentos ciega y sobrecoge. Escritura de un realismo que es admisible solo por la condición de que sea justamente poético, y por la resistencia de la propia poesía que siempre encuentra algo bello, aun dentro del desastre: Todo está aquí, en el minúsculo radio de esta mano (abierta), en la piedra que sostiene, en el eco que va /desde el dedo que apunta hasta lo apuntado /y, luego, retorna. /Todo está aquí, en la llaga…Un libro al que solo puedo dedicar elogios por la factura de su increíble poesía, escrito para las miradas, para involucrar los sentidos, como en las cinematografías, repleto de componentes visuales, de imágenes memorables llenas de sucesos: Y está Safo, sobre la roca de Leúcade a punto de saltar. La visión de esa mujer sobre el acantilado es la imagen en que se apoya el poeta para inspirar al menos los textos de esta primera parte que no en valde titula Desde lo alto de la roca de Léucade, aludiendo al sitio en Lesbos donde según la leyenda muchos se mataban por amor y desde donde se lanzó al mar la poeta, pero Abel va más allá del hecho en sí, despojándolo del romanticismo que se tejió en torno a la muerte de Safo, va más allá del mito, creando textos que resuenan como verdaderos testimonios sobre la condición humana, mientras presenta a Safo como modelo de suicida y por añadidura a cualquier desesperación que pueda llevar hasta el suicidio.

Y es un desastre lleno de desastres

y deseo que salte ¡ya! y sea

comida por el agua que, imagino, llega a la playa,

que está llegando a la playa, más allá

de esos edificios y aires vacíos.

Deseo que

salte y comience (o termine) algo.

Sus poemas, nos dice José Hugo en el prólogo, son artefactos cuasi mágicos, que espulgan la tristeza sin ser tristes… el autor nos introduce en una especie de sueño, o de insomne delirio tal vez, y nos lo va describiendo a pormenor, con reminiscencias de epopeya, sólo que aquí no señorean las hazañas del héroe, sino apenas el melancólico viacrucis de un poeta frente a su menguada subsistencia… Sí, su vida como material necesario de la poesía, sus vivencias, el desencanto que le ha traído el paso del tiempo. El decursar y el yo, como una sola problemática, y lo que ocurre es un auténtico descenso al abismo —el abismo de su intimidad— para dejar al descubierto, su insatisfacción, las añoranzas pasadas y presentes, la experiencia de la pérdida y de la muerte en vida: mis manos de viejo se hinchan y /me pregunto si habrá que seguir esa pista /macabra en el viento brutal y en las /vísceras del gorrión que ha muerto /en esta ciudad donde ya no hay gorriones /y donde las sombras se alargan... /execrables como los infinitos basureros del siglo… he envejecido entre los cadáveres de esos gatos, los un mismos, y el grito remueve el fondo y, sin que dejen de maullar, suben con el fango como gatos de fango… Pero el libro no se limita a recoger la dura batalla entre el hombre y el tiempo, entre el hombre y sus circunstancias, hay todo un entramado de realidades que se entretejen, de acontecimientos donde sueño y vigilia son intercambiables. Aunque puedo verla (a la página, no a Safo, que también) /disolviéndose en un disco duro o /en un contenedor de basura, quemándose /como una nave más; aunque puedo verla, digo, /conservo la náusea de esa esperanza y, intacto, /el miedo que la alimenta.

¿Una esperanza que se alimenta de miedo, es esperanza?

La realidad tiene ese peso de futura ruina 

German, en este largo poema revelador de angustias, que trae implícito el agobio de la conciencia de los límites, una mirada frontal si se quiere, a veces cruel, que discurre entre la fijeza y el vértigo, logra asomarnos a la más desnaturalizada cotidianidad. Hay imágenes perturbadoras al iniciar el recorrido por los manicomios, por los jardincitos interiores de esos manicomios, por los mataderos, por aquella noche envuelta en papel film, fría, /en cuyas vísceras yo hundía las manos y, arúspice al que le iba la vida en cada presagio, leía cada presagio… incluso ese alguien-que-decía-ser-yo, escuchaban como escuchan los sonámbulos: sin despertar. Poesía del estremecimiento, de una lucidez que asombra, mientras recrea verdaderos escenarios donde una realidad esencial es aludida: Alguien pisa la ceniza, /un huesito /crac… abre el grifo y las venas gotean TOC TOC TOC, una luz al revés y ese extraño sonido de allá arriba. Inusitadas imágenes con las que busca expresar de algún modo una incomprensible realidad, que traslucen, con singular relieve, sus estados de ánimo y su interpretación del mundo. 

Pero, más allá de la desazón y la desesperanza, también palpamos una imperturbabilidad, un claro contraste entre la serenidad que viene de la aceptación de las cosas según son, y la entereza con que el poeta afronta los hechos, con esa zozobra por lo oculto que asecha entre las cosas del diario vivir, una presencia que el poeta siente como fuerza amenazante: La verdad es un juego tabú: se juega /con las monedas faltantes. Se juega /a otra verdad, con trampas, sin incurrir en el /bíblico error de volverse. Se juega /con el aliento de los cazadores en la nuca... y lo que hay es una realidad a medias, un mundo no verdadero que no puede ser aceptado coma si fuera pleno: entonces tengo miedo.

La singularidad de esta poesía es lo que hace que no podamos dejar de leer o de volver sobre lo leído, es un disfrute que se nos entrega dentro del texto mismo como objeto artístico, por eso no importa cuánto se adentre en el vacío, no sentimos la pesantez agobiante de un destino trágico gracias al ingenio creador, a la maestría y habilidad del poeta, al desenfado y dinamismo con que construye sus versos. La actitud que asume ante la decadencia, mientras se burla de todo, hasta de sí mismo: me paso una mano, pongamos la izquierda, por la calva y con la otra hago lo que dije, pero encallo en el calendario, es irremediable y da igual la calidad de la playa y si hay o no huellas o si ocurre un milagro, encallo con la nariz aplastada contra el interior de la pecera que, por suerte, resiste bien

El modo de manejar la ironía y el sarcasmo, la limpidez, el hilar poemas casi perfectos con su poder de sugerencia, por momentos me recuerdan a Rilke: y alguno, incluso esta ya pasado, como un viejo: A ese ya nada le llega, no le golpea un día /y cuanto le acontece es como una mentira; /incluso tú, Dios. Y eres como una piedra /que día a día le hunde en lo profundo. Y no solo por los cuestionamientos de tipo filosófico, ni la alusión a la belleza que es siempre terrible y peligrosa, o la presencia inquietante del ángel, hay un momento inclusive en el que se volverá, siempre lo hace, y entonces (cuando se gire) /le diré lo que pienso. Todo. Pero en Abel, a diferencia del poeta Praguense, no se da consciente y voluntaria la aceptación del dolor y el sufrimiento. Él es un inconforme, un perenne contestatario, —Actúo como lo haría si me encontrase con un ángel, /lo aparto con una mano y entro en /la confusión sin intermediario alguno—, no cree que el hombre tenga la capacidad de resolver su conflicto existencial, pero tampoco espera que llegue alguna ayuda del más allá, para él, el hombre está muy lejos de ser Dios y Dios está muy lejos del hombre.

por qué entonces forzar lo humano y, evitando el destino, / anhelar destino?... La cita es de Rilke.

Tropezando con Dios

De cada puerta parte un camino, imposible no /extraviarse…

La cuestión, pues, es la pregunta. /Mirar en esa dirección, / y hacerla…Poesía de la inseguridad, de la duda, de la no certeza, donde no falta el juego ambivalente, la contradicción, la negación para afirmar: Los secretos no admiten preguntas. Nadie debe saber /y nadie sabe… Y lo que hallamos es una voluntad de censura abierta o solapada superada solo por la espiritualización del lenguaje y la propia poesía.

Yo, cielo, nunca te llamé “cielo”, soy necio. Desconozco las treguas, /cuento mal los céntimos, ni siquiera sé qué significan las manchas de la edad o de la lluvia… Big Bang mío, aprenderé a rezarte, aunque no se me ocurre qué pedir: tu origen terrorista intimida y /explica muchas cosas. Tampoco supone pensar estas palabras, /golpear estas teclas, temblar estos /temblores. /El porqué y el para qué /NO EXISTEN.

En Abel, la poesía alcanza un estado anticonformista, es testimonio de la protesta, es rebelión permanente, y una poesía así siempre va a reflejar la crisis espiritual de su tiempo. ¿Toda esa carga de escepticismo no será acaso un fundamento para la fe? (su fe), que es conexión o —según se mire— des-conexión… una fuga perfecta. Y no pregunto, —dice— ¿Acaso he pedido (acaso quiero) tropezar con Dios? Pero tropieza. Y lo que descubrimos es la verdadera nostalgia de la relación con lo trascendente: y yo rece (porque es lo que hago) al Dios /en que no puedo creer, es exactamente /lo que ocurre. Lo anterior, TODO LO ANTERIOR es ese rezo.

La poesía como búsqueda de la verdad. 

A la poesía también le importa de dónde viene la vida. Si la palabra todavía preserva la huella del origen, entonces la poesía contiene mucho de la divinidad, por ser creadora, por ser imagen y semejanza, revela. Poesía para ahondar en el misterio, el misterio que somos, el misterio que es la vejez y la muerte, qué la vida carezca de significado y de propósito, el misterio que es Dios, y que no puede ser explicado si anulamos lo anterior. 

Vivir sin la vida, sin hallarle el significado: es como ir a la semilla y abrirla y que falte el bosque. La metáfora de la semilla, donde está el empuje silencioso, imperceptible, pero seguro de la vida que brota en la profundidad de la Tierra, desde el fondo, desde abajo y hacia arriba, con esa sencillez absoluta, y como si fuera tan fácil, que nadie lo cuestiona, ilustra la dificultad humana de ‘ver’, lo fácil que nos engañan esas realidades situadas más allá de lo aparente, o las cosas que damos por sentado, sin reparar en el prodigio. Vivir es la evidencia —nos dice Abel— y esta afirmación debería bastar por si sola, pero no lo hace. Quiero ver lo que ahora, de tanto ver, ya no veo. /Y verlo sin el parpadeo explícito /de los incendios

Hay poetas que van hacia la vida y hacia la esperanza y otros que sin ir nos acercan más, mucho más, como es el caso de Abel, curiosamente a donde me estuvo remitiendo todo el tiempo la lectura de Altos techos, por su carga de cuestionamiento, en su queja más seria, fue precisamente al libro de Job. (así has destruido tú la esperanza del hombre mortal. Sigues dominándolo hasta que muere; cambias su apariencia y lo echas fuera), a las lamentaciones expresadas por Job cuando no entendía de donde le venía la calamidad y se desequilibró en la cuestión de su propia justificación y en insistir en recibir una respuesta de Dios. Antes de que Dios le hablara, dentro del torbellino, y procediera a interrogarlo (Job 40:2). Luego bajo la influencia del nuevo conocimiento que obtuvo de fijar la atención en las maravillas de la creación, pudo alcanzar otro estado mental. A pesar de que estos libros se contraponen significativamente, había un cause que los unía, era el reclamo por una vida plena, la interrogante por el sufrimiento humano, el diálogo descifrador de la vida, y de los enigmas de la existencia.

Ya sabemos que, así como no podemos estar mucho tiempo dentro del caos y soportarlo, o dentro de la devastación y salir ilesos, no se puede seguir mirando hacia atrás, ni a las cosas que ocultan su resistencia a la iluminación de ciertas verdades, hay que llevar la mirada hacia los esplendores de otras realidades desconocidas. Y eso es lo que hace la poesía, la mirada absorta de la poesía frente a un mundo en cuya pobreza esencial encuentra algo imperecedero. Abel escribe en consonancia con la realidad contemplada y está claro que no le gusta lo que ve, todo es fragilidad y caos. Después de narrar como la historia empeora, de revelarnos el sentido tumultuoso de un presente que está condenado a repetirse, nos dice en versos lo que pudiera ser la conclusión de todo su discurso, Pero debe haber otro modo. Y así queda escrito, como si se grabara en el polvo de la piedra, la lemniscata de /esa búsqueda.

Estos Altos techos de asbesto, la luz, los hilos de agua, la oscuridad lo traspasan sin ruido, también la poesía de Abel con su clamor mayúsculo, y su emotividad reflexiva. La mayor lección que sacamos es que siempre vale la pena vivir, y ahora prosigo: pese a tantos errores, algo ha salido bien, algo hecho con estas manos, con lo que hay dentro de /este cráneo, con este aire estabulado /que incluye la acera donde se reventaron /algunos sueños fijos. Y sí, realmente ha salido bien, muy bien y aquí estamos frente a la extrañeza que produce una obra como esta y su increíble capacidad de conmovernos. El fruto que produce el espíritu de la poesía es libertad. Poetizar es hacerse cargo de las cosas, es ser todas las cosas: vivirlo todo a profundidad. Lo sabe Abel, la poesía es lo mejor que tenemos para hacer algo con el dolor y la tristeza, con los sentimientos de inutilidad, ella nos da aire para respirar y coraje, mucho coraje y alivio.

Odalys Interián


Altos techos de asbesto: Poesía (Spanish Edition): German, Abel, Casanova Ealo, Eduardo René, Fernández, José Hugo: 9798872487562: Amazon.com: Books



Odalys Interián Guerra (La Habana, 1968), poeta, y narradora cubana residente en Miami, dirige la editorial Dos Islas. Tiene publicado los libros: Respiro invariable, Salmo y Blues, Sin que te brille Dios, Esta palabra mía que tú ordenas, Atráeme contigo, Acercamiento a la poesía, Nos va a nombrar ahora la Nostalgia, Donde pondrá la muerte su mirada, Te mueres, se mueren, nos morimos, Aunque la higuera no florezca, esta es la oscuridad, Un gorjeo de piedra para el pájaro ciego. Su obra poética y narrativa ha aparecido en revistas y antologías de varios países. Premiada en el Concurso Internacional Facundo Cabral 2013 y en el certamen “Hacer Arte con las Palabras” 2017. Primera mención en el I Certamen Internacional de Poesía “Luis Alberto Ambroggio” 2017 y tercera mención en el mismo concurso de 2018. Fue merecedora del segundo premio de cuento de La Nota Latina 2016. Premio Internacional ‘Francisco de Aldana’ de Poesía en Lengua Castellana (Italia) 2018. Premio en el concurso “Dulce María Loynaz”, (Miami 2018), en la categoría Exilio.














 

 

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