Nacida del expolio /Liudmila Quincoses

 








Nacida del expolio

 

Una herida es también un lugar donde vivir.

Joan Margarit

 

     He leído con estupor y delicia los versos de Miladis Hernández Acosta, textos que sorprenden, que conmueven, pero sobre todo he encontrado una poesía de madurez que nos lleva de la mano como un niño perdido, como dijera el gran Roque Dalton.

Nunca he estado a favor de las etiquetas, que tanto limitan y excluyen. A veces se tiene la pésima costumbre de fijar a los poetas, como se fija en una tabla a una mariposa atravesada por un alfiler. La poesía de Miladis Hernández, no se puede encasillar, no la puedo ajustar a un movimiento o generación, ni siquiera podría asegurar que ésta escrita por un hombre o por una mujer.

Está escrita por un alma vieja, dictada por ese gran poeta universal que nos ilumina. Fundada desde el espíritu, escrita con rabia, con pesar, con la certeza de que esa es la finalidad de la escritora, está en esta tierra para ser poeta hasta su muerte, para dejar testimonio, así también se sintió Eliseo Diego otra antigua alma.

Desde el título: Los expolios, ya me sentí intrigada. No hay preparación, solo esa sensación maravillosa que la poesía nos otorga. La sensación de abrirnos camino y prepararnos para este viaje hacia los sentimientos y estados de ánimo del poeta.

El término expolio puede referirse:

·         en general, al expolio, el delito de incautación del patrimonio histórico, arqueológico y artístico sin el permiso de las autoridades;

·         en el cristianismo, al expolio, un tema y motivo iconográfico cristiano que presenta a Jesús en el momento en el que es despojado de la clámide (o hábito) que los soldados romanos le habrían puesto tras azotarlo y coronarlo de espinas antes de la Crucifixión;

·         al expolio, los bienes que los obispos dejan a su muerte.

 

Y con ese fabuloso título y las citas que nos sirven de opening iniciamos la lectura.  Confieso que siempre me han molestado un poco las citas, las citas podrían confundir o sugerir demasiado. No es el caso, en este cuaderno nos abren el camino y nos centran en la intención de la autora.

 Como mirándonos a los ojos nos habla Miladis, nos inocula esa sensación de pérdida total. Trasmite la angustia de los expoliados, cuenta sin rodeos cómo es vivir en ese territorio baldío que paradójicamente también puede ser tu patria, tu casa; tu corazón. Peor aún, nos cuenta como es quedar atrapados en terreno expoliado, ser un rehén de tu circunstancia. Y también nos muestra cómo es ser el expoliador, el verdugo, el que blande el remo, la espada, el que mata, sacrifica, baña en sangre; ejecuta el alma de la poeta o a criaturas indefensas, el que se vale de oscuros rituales para sobrevivir; el que sacia su hambre de inmortalidad con dolor.

No podemos olvidar que es un libro escrito durante la Pandemia, que nos obligó a confinarnos, que nos recomendó aislarnos para poder conservar la vida. La autora sufre además ese otro insilio. Por eso la vemos abordar el mundo digamos, de lo general a lo particular. Como si dentro de su Castillo o Gobierno medieval divisara una especie de Aleph. Así nos deja transitar sus caminos, vincularnos a ella desde su experiencia, su añoranza; su lucha interior.

Aunque nos de una imagen de aislamiento, no puedo compararla, por ejemplo, con Dulce María, paradigma de poeta cubana, que siempre acude a nuestra mente cuando evocamos una escritora de torre de marfil, confinada y silenciada durante tantos años. Hasta su seudónimo literario nos hace pensar que está aislada, ausente. Pero no es así, La princesa, es una cronista de su tiempo, una mujer que escucha, observa y se identifica con la isla y su gente.

Mientras nos habla de otras realidades, nos aterriza en esta, nos va narrando su historia que se entrelaza con la de muchos. Acaso con la de nosotros también. Nos alumbra, nos hace estremecernos con imágenes que duelen, rozan la crueldad, pero logra su objetivo. Así logra, por ejemplo, mostrarnos el sufrimiento de los inmigrantes, tema recurrente en este cuaderno.

Miladis le otorga voz a los que no tienen voz, recrea a Abdul X, el arquetipo del inmigrante, un personaje estremecedor que nos va relatando sus vivencias, su precaria vida, o nos remite a imágenes tan dolorosas como la de los que mueren en el mar. 

Quiero citar un texto que ilustra perfectamente lo anunciado:

Inundaciones

Simetrías

De lo real

A imagen

De los cuerpos perdidos en el agua.

Quién me acompaña o se hace cómplice

De esa infinita degradación de los colores.

 

La cabeza de un niño flota

La mano de la niña es encontrada

Un ojo se pierde en los remos

El delfín tiene la visión malgastada.

 

Un remolcador arranca.

 

Cuántas millas he de recorrer

Cuál es el candor del rebelde

 que navega.

 

Siempre hay un sobreviviente

Siempre te pondrán a prueba

Siempre el remedo o las marcas

De un lino que rápidamente devora.

Un mármol prensa mis manos

No puedes abrir los brazos.

Apenas naufragar

Para acceder a la cámara

Cuando ni siquiera la muerte

Ni la barca se detienen.

 

Quien lea Los expolios encontrará un cuidadoso manejo del idioma. La autora eficazmente afina las palabras, domina el arte de armar libros de poesía, conoce la importancia de las pausas que crean las secciones. Las secciones dentro del corpus le otorgan intensidad dramática al cuaderno. Hay poemas muy fuertes, no olvidemos que el libro va creciendo y las secciones finales son como una especie de compendio de testimonios, diario de vida. Considero que está muy bien logrado el engarce de las secciones y el orden de los textos. Más de veinte años armando libros propios y ajenos me avalan para poder asegurarlo.

Les recomiendo ir al abordaje, entrar a esta habitación en sombras, donde está recostada frente al fuego nuestra princesa, acercarnos a ella para que nos susurre sus textos, escritos desde la veracidad del testimonio; la firmeza del talento y la audacia de la buena poesía. Considero que Miladis Hernández Acosta es una de las voces certeras y necesarias en el ámbito de la poesía cubana contemporánea, hay que conocerla y disfrutar sus textos. Agradecerle su paso por estas tierras expoleadas.

 

Liudmila Quincoses

20 de marzo.

Primavera del año de la pandemia

de nuestro señor 2021

Ciudad de México.


Comentarios

Entradas populares de este blog

ALTOS TECHOS DE ASBESTO DE ABEL GERMAN /POR ODALYS INTERIÁN

SUEÑO VERTICAL Y EL DILUVIO DE LAS COSAS POR EDELMIS ANOCETO

CON EL CORAZÓN EN LA PICA por José Hugo Fernández