Donde la noche pierde su nombre /Anibal Anaya
Donde la noche pierde su nombre
Cartas
echadas desde antes de nacer
que amedrentan y no profetizan
el arpegio confinado en un pecho
de silencios derramados
como pedazo de agua blanca que vibra
bajo una voz indescifrable.
Sombra melancólica
que en un minuto arrastra
el ánimo al abismo ambiguo tuyo y mío/
dos arcenes del mismo acantilado pútrido.
Alarido adormecido que confunde el mar sin luz
con el infierno de los débiles
¿Tienes un
minuto?
Preguntaba la luna que desconcierta la tarde
con su extracto de odio
y vuelve miserable las calles donde me escondí/
¡Almendro eterno que guarda la tristeza de la tierra!
Me quedé queriendo solo.
El
ojo blasfemo de la paloma
forjada al fuego
mira con dolor blanco y odio oscuro
el corazón que se desmigaja a paso lento.
Las fuerzas obtenidas del dolor de una vida cobarde
semillas menudas que luchan consigo mismo/
cicatrizan un sentimiento de recuerdo
lleno de dicha.
¡Ruge bestia arrítmica/ ruge!
Que con el viento tibio sobre la choza del sol
plañido/
el tridente gime y despierta la pasión ausente
que confunde el interés y lo desangra en su retorcida reyerta.
Sollozo profano tan inconsistente como el sol/
que en el día es una cosa y en la noche es otra
mientras se abandona al destino.
Sombra que resguarda
el túmulo a través del columbario/
siento un mar de soledad que se derrama en tierra
donde un sepulturero vestido de féretro
no comprende el error de los corazones
inmersos en sequía.
Óbito turbado que en su infinito caos
alimenta el verbo en la penumbra
hasta el final de la vida.
Y el duelo de odios conjugados liban la virtud
de un alma que acusa las miradas dictando su propia
sentencia.
Dolor que se duele de su propio dolor
recuerdo que entristece
la noche estrellada de un corazón
que al amar hace desear la muerte.
El coral purpúreo que desvanece la sabia de la vida
con el baño inevitable de lágrimas
que susurró incómodo e indiferente
a los seis destinos.
Ala dorada de ángel vacío
pechos blancos como el día
que en la lejanía no se olvidan.
Ni el abismo escondido detrás de una sonrisa
que guarda el sabor de un amor teñido
de zozobra y plegaría.
Silfo de labios tercos
y silencio indomable/
verbo que blasfema a gritos
como pájaro que revolotea
esparciendo la sangre que riega los sueños.
Desamor /que me hace sentir vivo
y de vez en cuando muerto.
Vengo a tu puerta con el odio
deseando me sanes.
Amor irreal como el albatros de plumaje naranja
que engalana el cielo en andurriales de fuego.
El alba de verbo diferente encarcela al vencido
e hipnotiza al pacato atravesando el purgatorio
de la vida.
Hay días en que la sombra de tu recuerdo
me atormenta más que en otros.
Días que el rencor trasiega
el manantial salado de la melancolía
y con mirada de albur se vuelve dócil.
Días en que la cicatriz dorada del alma adormecida
libera semillas de odio y riega los sueños.
Días en que el amor enmiela la sal
y entrega su alma al dios del desespero
como el vuelo del pichón engrandecido
que al ver su reflejo desea ser aquel.
Días que amo cuando muero
ese amor expirado ligado al presente.
Días que el abrazo de huesos muerde
y la niebla de los recuerdos
y me persigue.
Hay días que…
hay días.
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