Al paso con tu sombra /Odalys Interián
Hay una lengua homicida que cubre /de amor /el juicio
no menos conducente del silencio /y el castigo voraz de /todo ojo. Sentencia César en versos
de Al paso con tu sombra, una lengua asesina que paradójicamente cubra
de amor el juicio y el castigo, además de la multiplicidad de significados y de
la belleza inquietante de esta imagen, que más que ser fruto de largas
cavilaciones, parece venir de un chispazo de sublimidad escapado del vigor
deslumbrante de la poesía. Sea como fuere, nos seduce la pujanza de estos
versos, y no deja de ser atrayente si la propuesta del libro es hallar ese
lenguaje donde el amor será lo que se imponga.
Al paso con tu sombra recoge vivencias de profunda intimidad, y nos entrega el sentido trágico del poeta en la confrontación con un destino inevitable. Su voz intensa y personal viene a declararnos no una imagen tergiversada de sí mismo, sino una verdadera, donde no hay distancias entre el poeta y el suceder, y donde se establece un diálogo fecundo con la realidad. Poesía que cumple la sentencia de Virginia Woolf: No se puede encontrar la paz evitando la vida. Hay en la poesía de César Curiel un anhelo, en mis manos hay pájaros que quisieran tocarte, y hay también una preocupación por el tiempo y la distancia, me duele la tarde que llevo conmigo como una hojarasca adherida a mi sombra… me duele el poema frágil que lleva tu nombre… El poeta hace de la angustia y sus preocupaciones la materia de su canto interrogante, mientras escribe versos de una recobrada lucidez, el tiempo es una bifurcación de lo sublime y de un todo… la memoria es un pájaro /a veces perdido /que busca la misma rama /o un fantasma por las calles… Escribe mientras ofrece una mirada a la vida, atenta, detenida, -aguzada quizás por la doble vocación de poeta y fotógrafo-, una mirada que se nutre de la vena fecunda de la poesía, que en vano busca superar el tiempo y disipar el instante mismo y la fugacidad de las cosas… El tiempo puede ser eterno /igual que un cristal /empañado /con sus residuos de historia... hay voces que son una retórica, /escribo falacias /sobre mi garganta /y dejo que, áspera /la cicatriz duela.
El poeta es el hombre devorado por la nostalgia, la memoria como un pájaro que vuela y vuela /dentro de aquel /que espera, impaciente, /sentado en su letargo… hasta la ausencia es una flor marchita que se pinta sobre la palma de mi mano… No importa que se vuelva repetitivo, que hable del amor y del dolor del hombre, no importa cuánto resuma, sume o multiplique, lo importante no será el tema, sino la visión -como advierte Rafael Cadenas-, al final, el tema único es la existencia, la interrogación en la que se funda, los caminos hacia la trascendencia. Los demás temas giran en torno a este eje (…). La poesía pertenece a lo más íntimo, a lo más sagrado, a lo más tembloroso del hombre. Somos conscientes entonces y palpamos esta verdad cuando nos acercamos a estas páginas, si bien la visión de la realidad que ofrece está saturada de ausencia, no es una visión arcaizante sino una más cotidiana, que revela la delicada y poderosa reciedumbre del vivir y desvivir diario.
De amargas y frustrantes experiencias nace esta poesía, del amor insatisfecho, es la suya una poética confesional y transparente, donde no faltará la invocación del ser amado, la introspección como un modo de acceder al otro, … eres tan mía /como la muerte /como el viento que respiro /y sé que está en mí… No todo es olvido -nos dice-, la distancia es una penumbra abierta /con pájaros perdidos /donde tu voz /es un eco lleno de sueños y a veces de llanto… Aquí la realidad fluye desde el lenguaje, y desde el ímpetu de su palabra, es como el silencio /cuando la soledad en su desabrigo /habita cada /rincón de mis huesos… Si hay algo que identifica la poesía de César es la limpidez del verso, la escritura concisa, que no se anda con rodeos, ni necesita adornos, que fluye con la naturalidad de lo vivido, sin rebuscamientos, ni alardes expresivos. Poesía que va desde lo simple, desde lo insignificante, hasta lo más hondo y significativo. Encontramos en sus textos desolación y angustia, pero también nos revela al individuo en su extrañeza y en su enajenación, como vemos en estos magníficos versos: he nacido tantas veces que ya la muerte me es insípida… Hay una fila de muertos /que espera /mientras yo sigo /jugando con el tiempo /y el tic-tac me besa /como si fuera /una novia aburrida /que persigue la nada /en un campo vacío.
Poesía es el instante y también las nuevas circunstancias del poeta
enfrentado a la palabra qué es lo que encuentra para revelar su mundo, para
encontrarse y encontrarnos. La escritura como ruta de expiación y permanencia,
y lo hallamos inmerso, receptivo, consciente de su propia pérdida, como quien
entiende que hay cosas que no pueden poseerse de un modo pleno. La descripción
de su soledad no se suscribe a lo individual y a la incomunicación, al
contrario, es el desamparo colectivo. No importa que la palabra poética
descubra el terrible drama humano y es que en esa orfandad también descansará
el poder de la poesía, y aunque no se halle en ella explicaciones para el
sufrimiento, el absurdo del tiempo y la muerte, y aunque para muchos carezca de
utilidad, lo cierto es, -y sobre todo en estos tiempos que corren-, que se vuelve
indispensable, y así lo cree César, para
quien más que necesidad es una aspiración de la que no puede desentenderse,
como del amor, que siempre será la más vehemente de sus obsesiones. Yo lo
encuentro cercano al pensamiento de Bruno Salomón cuando dijo: no, la poesía
no consuela de nada, la poesía no te salva. Todo lo contrario, te expone, te
arroja de cabeza a las llamas, te revienta por dentro mientras afuera a nadie
le importa. Y, sin embargo, como en el amor, todo lo pierdes si la pierdes.
Y es que amor y poesía son lo perfecto, son salvíficos, aunque nos muestren los
modos de padecer y todos los infortunios. La poesía, aunque cante todo el dolor
de la existencia, también recoge los anhelos y las ilusiones más profundas del
ser humano, siembra esperanzas mientras avanza con su afán de transcendencia.
La poesía se debe a su propia verdad, aspira a las plenitudes, en ella está esa
insaciable necesidad de permanencia, y de sobrepasar lo perecedero.
Odalys
Interián
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