PARIR UNA CONVERSACIÓN PERPETUA POR ODALYS INTERIAN

 





Parir una conversación perpetua

Cuando la carne naufraga es un largo poema-elegía, que recoge el drama que vivió el poeta mientras veía apagarse la vida de su padre. En este libro comienza la poesía a parir una conversación perpetua, fija un canto perenne a lo que se va, al tiempo ineludible que siempre conspira, al abandono y desamparo total del hombre que busca alivio y solo encuentra la palabra, el poema:

Me debía perderme

en la tristeza de su mirada,

en el saldo ruinoso

que trajo esta enfermedad:

sombra que le recorre

y me alcanza.

Me debía un viaje a su palidez,

sin salvamento,

a su andar de equilibrista

sin cuerda,

a su hambre de silencio.

No me cabe aún en un puño,

pero su risa es pantomima

para animarnos en la mesa

donde quisiera tatuarme

un abrazo suyo.

 

También su doble vocación médico-poeta añade a esta conversación una indetenible fuerza vital y la capacidad para mirar la muerte con serenidad y entablar un diálogo con ella. Aquí el poeta es el verdadero protagonista. El hombre que se angustia al percibir la muerte con una lucidez insoportable, o como lo que es (o parece ser) una verdad agónica de un destino inevitable, y acepta la realidad sin ignorancia -como decía Zambrano-, con el conocimiento de su trágica dualidad y de su aniquilamiento final. Pero más de uno estará de acuerdo con que la escritura poética siempre resulta expurgativa y terapéutica, además de ser una vía más intensa de conocimiento de lo real. Y es que negar la muerte, intentar abolirla, crear una presencia que inhabilite el olvido y la ausencia, ese también es el camino de la poesía. 

Según Freud: desde tres lados nos amenaza el sufrimiento: desde el cuerpo propio, destinado a la ruina y a la disolución, (…); desde el mundo exterior, que puede abatir sus furias contra nosotros con fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras y (…) desde los vínculos con otros seres humanos y es este padecer el que sentimos tal vez más doloroso a cualquier otro”.  Y es que no hay nada peor que enfrentar la muerte de un ser querido, y estas palabras son certezas en las visiones y en el punzante sentir que atraviesan estos versos: Ese cuerpo adolorido /no se rinde… Hoy sé cuánto vale /una bocanada de aire, /verte arrebatarle al tiempo /unos minutos más, /unas horas más, /un día más… Hasta tú esperabas la muerte /yo no, - nos dice- pero si el dolor nos lleva a lo más profundo de la reflexión y nos vuelve fecundos, también la poesía, sobre todo la que bebe de él, se nutre y sangra. Quise quedarme /con la última de tus preguntas, /con tu callada sonrisa, forzada ya por la muerte… pero era ligera tu alma… Quise tantas cosas, y quedarán como una piedra /bajo la rodilla, /como el grito que no cura el sueño. Y a pesar del movimiento incesante de la realidad y la imagen sombría del duelo en estos poemas, descubrimos una capacidad de resistencia, una imperturbabilidad que recobra el canto en esa convocación de los recuerdos. Y es que la poesía es el sitio de la piedad y la misericordia, quiere fundar con la memoria un lugar de convivencia con los muertos, el sitio de los recuerdos y las nostalgias, lleno de palabras, de sonidos de muertos que ahora están absolutamente callados. Mientras seguimos oyendo esas reminiscencias, el llamado inmemorial. La poesía es sin duda un instrumento para relacionarse con la existencia, y ahí está negociando con la angustia, exorcizando, regurgitando la amargura, como se lee en estos versos sombríos:  

El sudor entre tú y la muerte

humedeciendo el aire

a tu alrededor,

y yo con un Ave María

bajo la lengua.

Bastaba mirarte para descubrir el miedo,

para recordarnos la casa, sin tu sombra,

para dejarnos un inventario

de quietudes en tus gavetas.

De la sábana gotea el sudor,

huele a toda tu vida,

esa que baila

mientras escapas. 

 

Entre las virtudes del libro está el verso limpio y depurado que se lee fácil, a pesar de la carga de intensidad y emotividad excesiva, la calidad esencial está en la inmediatez y la vitalidad de las imágenes donde se palpa un dolor sin nombre, pero además vemos lo que hace la poesía con ese dolor: voz que en el silencio sabe a aire. Aire que me recuerda al océano, /al pan donde la realidad es tibia, /al poema que no llega a ser escrito.  

Versos que se escribieron en el día a día, como si el poeta quisiera completar un diario íntimo, con palabras que suenan a despedida, que nos declaran el anhelo que busca atravesar la realidad de la muerte y la totalidad del tiempo. Me pregunto si hubo un beso que no te di /si el tiempo se me fundió en los ojos /y anduve ciego. Versos donde se escucha con fuerza el miedo de la palabra, el temblor que recorre lo que no dice, el andar de la palabra por esos laberintos de las realidades dolorosas, pero que a pesar de todo alcanza un linaje de espiritualidad del ser. Mientras leemos nos hemos conmovido,  damos con un mundo que también es el nuestro, hemos rebasado todas las aristas del dolor y la tristeza y hemos hurgado en nuestra propia herida.

No es la muerte en sí un tema obsesivo en la poesía de Alberto, como ocurre en el universo poético de su amado poeta Lorca, no abre un debate metafísico sobre el tema, a veces como el poeta español, contempla la muerte sin fatalismos ni oscuridades de fin. Otras veces nos deja ver en entretelas cierta inclinación a la doctrina cristiana sobre la condición de los muertos, por frases como: te has mudado a otro horizonte, o mientras escapas, o por lo revelador que puede ser un fragmento como este: Cuesta desencajar este mutismo /dejar que el mar se trague lo que resta, /que disperse tu nombre. /Quien pinte estas olas /no sabrá cuanto de ti traen, /que te volviste puerto para todos, /y que el mar olerá a tus recuerdos. /Aquí quedo, /alumbrado por tu nombre, /como un niño roto en el camino. Pero a pesar de la nostalgia impregnada de ausencia, y del sentimiento abrumador, nos alegramos de encontrar una poesía honesta, que se escribe desde la entraña, desde la sinceridad con esa triste belleza estremecida… y hace un mes que tu silla /está vacía. /Mi cabeza se rehúsa /a nombrar la ausencia, /a sacarme de raíz el hambre, /a ponerte dentro de un libro /para que todos te lean.  Cuando la carne naufraga, si bien recoge el suceder inmediato del poeta desde su mirada incontaminada, también es testimonio de ese incesante batallar entre la conciencia y la posibilidad, entre la memoria y el deseo de hallar la esperanza.

Poesía como lo mejor que tenemos para hacer frente a la angustia de lo irremediable, con su necesidad de reeditar nuestra vida, y la ajena, de convertir el mundo en un mejor lugar. Es salvífica si nos ayuda en la penosa travesía existencial, si se adentra en el conocimiento del espíritu, si tiene como primer deber sembrar esperanzas, y sobre todo si puede ayudarnos a contemplar las eternidades, mientras aspiramos a esa posesión de totalidad ya sin pérdidas, que nos conduce a un espacio interior salvado, o al sitio dónde podemos vislumbrar un futuro sin muerte.

Odalys Interián 




Odalys Interián Guerra (La Habana, 1968), poeta, y narradora cubana residente en Miami, dirige la editorial Dos Islas. Tiene publicado los libros: Respiro invariable, Salmo y Blues, Sin que te brille Dios, Esta palabra mía que tú ordenas, Atráeme contigo, Acercamiento a la poesía, Nos va a nombrar ahora la Nostalgia, Donde pondrá la muerte su mirada, Te mueres, se mueren, nos morimos, Aunque la higuera no florezca, esta es la oscuridad, Un gorjeo de piedra para el pájaro ciego. Su obra poética y narrativa ha aparecido en revistas y antologías de varios países. Premiada en el prestigioso Concurso Internacional Facundo Cabral 2013 y en el certamen “Hacer Arte con las Palabras” 2017. Primera mención en el I Certamen Internacional de Poesía “Luis Alberto Ambroggio” 2017 y tercera mención en el mismo concurso de 2018. Fue merecedora del segundo premio de cuento de La Nota Latina 2016. Premio Internacional ‘Francisco de Aldana’ de Poesía en Lengua Castellana (Italia) 2018. Premio en el concurso “Dulce María Loynaz”, (Miami 2018), en la categoría Exilio. 





 

 

 

 

Comentarios

  1. Hermosa y emotiva reseña. Gracias Odalys por decir cosas tan conmovedoras a partir de una poesía que ahora, una vez leerte, quisiéramos conocer.

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