DONDE LA OSCURIDAD SE ENTERNECE por José Hugo Fernández
DONDE LA OSCURIDAD SE ENTERNECE
Quedar ileso,
emocionalmente, luego de la travesía por la primera parte de “Los que no sueñan
más que con la luz”, amerita, o más bien exige para el lector retribuciones
como la que sólo puede brindar la segunda parte. Es un desfiladero que va de la
muerte al amor (las dos contingencias que más nos conmueven y asustan),
desbrozando oscuridades mediante un trazo tan clarificador y tajantemente
categórico como el de la poética de Odalys Interián.
Por aquí
discurre la muerte en orgánica cohabitación con los efluvios amorosos, de un
modo parecido, aunque no igual, a aquel con que les convocaron a coexistir los
grandes poetas románticos y también los medievales. La diferencia, para el
caso, podría radicar tal vez en el hecho de que tales antecesores abordaban el
amor vinculado, sobre todo, al sufrimiento y a otras tribulaciones, motivo por
el cual la muerte era propuesta generalmente como un desenlace liberador.
Mientras que a través de este espléndido poemario de Odalys la propuesta parece
proyectarse al revés: es el amor lo que actúa si no como salvación, al menos
como bálsamo ante la desgarradora inevitabilidad de la muerte. El amor es
viento/que pasa por un círculo de fuego/y centellea sin arder/y arde sin
consumirse.
No podría ser
más pertinente el exergo que encabeza el libro y que además le da título: Ahora
sé por qué/alaban, a veces, a las tinieblas/los que no sueñan más que con la
luz. Versos de Ali Ahmad Said Esber, el magnífico sirio, reconocido
internacionalmente por el seudónimo de Adonis, cuyos poemas, de excepcional
translucidez, representan una constante magnificación de la vida, el amor, la
paz, a la vez que una encumbrada guía contra las guerras y contra los intereses
materiales y las miserias que provocan violencia mortal.
Sospecho que la
deferencia que este libro extiende a Adonis no se limita únicamente a la cita
de la primera página. Puesto que no poco de su transparencia sintáctica y de su
estilo brillante y conciso aparecen acoplados (en insólita consustanciación)
con la torrentera metafórica de Odalys. Como besa la boca del muerto/el
plomo azul de los atardeceres. En cualquier caso, sea o no un homenaje
consciente, resulta admirable constatar cómo el aluvión del contenido en estos versos,
absolutamente pasionales e inspirados, entona con la serenidad del tratamiento,
sin que por ello deje de mostrar esa fuerza ingente que caracteriza al lenguaje
de Odalys. Mientras las horas de la angustia/corren como ratas a
mordisquear/lo que quedó del sueño.
Para completar
su extraordinaria valía, “Los que no sueñan más que con la luz” cierra con una
serie de breves poemas, o breve ilación de un gran poema interminable, en los
que igual operan la limpidez léxica y la metáfora –elemento acústico y elemento
luminoso, que diría Borges- de una manera tan admirablemente equilibrada como
lo hace la propia energía vital frente al proceso de mutaciones naturales o no
que provocan la muerte, pero no el fin de la existencia. Porque siempre
estoy llegando/vivir es un contante regreso… Yo también tengo un eje
imaginario/que se cansó de sostenerme. /Ahora soy el vacío… Jamás el
miedo nos completa… Sólo la oscuridad /se enternece/con el murmullo de la
luz/después de marchitarla.
Hugo dice las cosas con las palabras exactas. Leer esta reseña da una idea muy potente de lo que cualquier lector encontrará en este otro gran libro de poemas de Odalys. Si bien, como sucede siempre con la poesía, seguramente hallará otras ventanas que abrir. Hugo solo ha abierto una. Con Odalys tenemos garantizado un impresionante paisaje en el que adentrarnos... y no salir.
ResponderEliminarAbel German Díaz Castro que lindo siempre escucharte, y saber que estarás abriendo ventanas para asomarte a mi poesía es tan grato para mí y lo sabes.
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