Leyendo la poesía de Odalys Interián. Julio C. Garzón
Leyendo la poesía de Odalys Interián
Conocí por azar el trabajo de Odalys Interián hace un par de años, en Nueva York, a través de la revista digital Poetas y Escritores de Miami. Ignoraba en aquel entonces que mi inicial curiosidad por su trabajo poético, se transformaría luego en simpatía y más tarde en admiración. Cuando leí y releí Atráeme contigo, uno de sus poemarios escrito en verso libre, polimétrico, que ella gentilmente me autografió el pasado verano, el título de su libro coescrito con otro poeta, devino realidad a través de una poesía que atrae de inmediato, con la magia de un canto de míticas sirenas y donde a primera vista, se transluce una perfecta simbiosis entre la humildad y humanidad de la autora y la fuerza lírica de sus poemas, plenos de ricas imágenes y hondas emociones:
“Irá tu boca entre las fábulas
mordiendo lento la oscuridad
las vivas semillas de mi cuerpo”
En un mundo cada vez más deshumanizante, donde la frialdad de las estadísticas, el avance individualista y frívolo de las nuevas comunicaciones cibernéticas y el olor a sangre fresca y pólvora humeante de las noticias al instante, nos abruman y envilecen; ¡benditos y llenos de gracia sean la poesía y los poetas! Si existe un rasgo inobjetable de la condición humana, ese es sin lugar a dudas el don de la palabra. Ella nos fue otorgada para reinar sobre los otros reinos. Es la palabra de alto vuelo y sentidos acentos lo que nos atrae a los versos de esta poetiza caribeña que es mar y cielo, silencio y grito, vida y muerte, ilusión y sentimiento, esperanza y lucha: ...
“Soy ímpetu
sol rodando en su llovizna
en su volcán y lava...”
El escritor Español Guillermo Díaz Plaja, en su libro El oficio de escribir, refiriéndose a la obra de todo escritor, nos enseña que aquella: “que no nos de la dimensión y la profundidad del escritor, del artista, del héroe en su clima exacto de criatura de carne y hueso, sentimiento y razón, se desmorona como un grotesco amasijo de fichas sin sentido”. En la voz poética de Odalys, de sutiles notas, enamorados versos y apasionados murmullos, se nos revela ella precisamente así: en su clima exacto de criatura de carne y hueso, sentimiento y razón. No podría ser de otra manera, pues es ella misma quien nos enseña en su artículo: “Una invitación a leer poesía, publicado en la segunda edición de la revista poetasyescritoresmiami.com, que la poesía se escribe: “palabras para tratar de encontrarnos y en el silencio de la proximidad brotan palabras a veces sin sentido, palabras llenas de universos”.
Ciertamente hay universos en la poesía de esta delicada y prometedora poetisa cubana, cuyos reconocimientos ya la han convertido en un orgullo de la diáspora latinoamericana y las letras hispanas en Estados Unidos. Universos ingrávidos, cercanos o distantes, iluminados o en penumbra, ensoñadores unos y poblados de nostalgias y sueños rotos, otros. Universos, en fin, que la voz lírica de Odalys va creando con la fuerza avasalladora de las metáforas y las palpitaciones de un corazón enamorado del amor, de la vida y de la naturaleza circundante. Hay en su poesía constelaciones y mundos rutilantes, “imágenes sublimadas”, donde la inspiración se nutre de las realidades del diario vivir con sus encuentros y desencuentros; o simplemente, se pasea de la mano del amor y el desamor, entre la lluvia y el trueno, la oscuridad y las luciérnagas, o entre un mar de olas, naufragios y sirenas encantadas que nos llaman con su canto desde la oquedad del universo.
Un filósofo que la historia conoce como Aristóteles, afirmó que “el arte perfecciona lo que la naturaleza no ha acabado”. Este es el gran reto del artista. En el caso del poeta, el desafío se torna mayor si tomamos en cuenta que su única herramienta creadora es el verbo. El poeta es como todo artista, un pintor de ilusiones, un demiurgo incansable que crea aquí y allá, un mago del verso y la metáfora, empeñado febrilmente en construir y reconstruir universos, paradigmas y quimeras, a través de la Palabra. En el principio fue el verbo, nos dice la Biblia. Y he aquí que esta poetisa de Miami, sin lienzo, pinturas, ni pinceles, sola ante la pantalla blanquecina de un ordenador e inspirada en su palabra, nos entrega en cada poema un canto nuevo, talvez un lamento, quizás una esperanza. Poesía que es pintura de multicolores imágenes, “paisajes sublimes” y delicados aromas, con la fuerza expresiva del sentimiento. Será por eso, que, al referirse a las palabras, la materia prima de su canto, ella nos dice: … “son y se acomodan en el verso por impulso, las repetimos y se nos vuelven recurrentes”.
Como escritor y lector deseo responder al trabajo de esta dama, orgullo nuestro. El artista desea fervientemente saber que alguien, desde la otra orilla, le escucha, porque al decir de Guillermo Díaz Plaja “En la soledad de su escritorio -el escritor- dirige el teclear de su máquina, hacia un universo invisible pero evidente que ha de recoger el tono de su corazón”. Seguro estoy, que soy solo una voz entre las voces que ya se levantan y seguirán haciéndolo, como el eco que responde, para decirle a Odalys que no está sola, que su voz es el canto de todos y que, en sus páginas, encontramos el tono de su corazón.
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