Flores Azules para una estación contemporánea. Odalys Interián.
Flores Azules para una estación contemporánea
Después de
leer: Soñar como es debido con una flor azul, nos queda la impresión de que
vimos un filme, una película en blanco y negro, muda, sin banda sonora, como
para que escuchemos el redoble del tambor de una ejecución, o el ruido del
martillo mecánico que rompe en dos el camino que conduce al sitio y suena
como el Apocalipsis… El martillo que trepana el cráneo de esa realidad donde
hay decapitados… hay amenazas en blanco y negro que parecen venir del pasado
pero que, a su vez, regresan del futuro, como si pasasen por debajo de las
alambradas y se asomasen, confluyendo, a esta calle sucia de vísceras.
En esta
película-realidad habrá siempre un paisaje contaminado, una realidad frustrada
en su esencia, esos paisajes donde no hay mariposas, ni una, pero sí puentes
en los que suicidarse… No hay mariposas, pero sí una mariposa dibujada por un niño
en un papel y, lo más importante, esa multitud que bulle y pisa el papel con la
mariposa; en ella (en esa multitud) nadie se encuentra con alguien; ella tiene
la sensación (inconsciente) de que pisa el papel con la mariposa y éste se
hunde y ella, toda esa masa, cae al vacío. La poesía de Abel encuentra la
auténtica profundidad y la palabra que se desliza y refleja sin distorsión la
llaga. El poeta es uno que sueña con los ojos abiertos como debe ser, que
atiende al hecho de estar despierto y reflexiona, escoge temas que, como los
zombis o las hojas de árboles /que se pudren en los libros, son inexplicables.
Se trata, sí, de traiciones insolubles; de destinos que /nadie destinó; de
muros de hormigón hechos con muros de hormigón en los que los grafitis callan,
o fingen callar, o dicen nada. Porque se trata de lo que importa.
Hay en Abel
German un realismo raigal, el poeta es el hombre en la vida verdadera, su
poesía trae implícita la conciencia de la crisis presente, un mundo que se
deshace inevitablemente sin esperanza. Pero aun cuando nos presenta una
realidad sin maquillaje, a través de una poética cruda, si se quiere, con una
gran carga de ironía y pesimismo, a pesar del trágico destino que se asoma por
todas partes, aun cuando puede abrumarnos el exceso de pánico de lo que vemos y
oímos en estas páginas, no deja de asombrar el modo como se las arregla para
fusionar realidad-poesía con esa habilidad y maestría que señalara José Hugo Fernández al referirse
al libro: Soñando con los pies en la tierra y la mirada en el infinito, como
corresponde a un auténtico poeta, Abel convierte en versos espléndidos las
limitaciones (que son a la vez las de su tiempo y las de su historia personal)
para soñar como es debido. Su poesía de fuerte acento coloquial, entre
exteriorista e intimista, siempre con un trasfondo de aguda acritud filosófica,
deambula por los simples objetos del entorno con la misma acuidad con que
penetra en los resquicios de su yo interior.
Crear
mundos dotando de significado y de valor esas realidades, es algo que este
poeta sabe hacer. Las palabras superan las imágenes cinematográficas, logran
expresar las percepciones de quien ha mirado intensamente en su entorno y en el
ser para dejar un testimonio vivo. Abel German pone cuerpo y lenguaje al
silencio…, el silencio-daga-en-el-vientre que se apoya; el
silencio-ramitas-polvo-nieve-voces que estalla; el silencio-laberinto-de-muros
con vidrios incrustados en los muros del laberinto para que nadie escape… Como
si inventara ese universo y no me asquease. —Nos dice— como si inventara
el roce de las lilas y hasta los dedos de los muertos que las mueven y hacen
que rocen la puerta y dejen (en la puerta) sus huellas… Y es el silencio,
insisto. Y son los ojos que ineluctablemente se cerraron al alcance de mi mano
sin que mi mano pudiese evitarlo; esos ojos que se cerraron en silencio, como
telón al final de una obra en cuyo escenario entonces (en el momento en que
caía) solo había un ataúd; esos ojos que cayeron tal si renunciasen, parecidos
a guillotinas; que se desplomaron, en fin, igual que bombas sobre cierto
absoluto.
Esa actitud
del poeta frente a la realidad tiene precedente en Baudelaire, Rimbaud,
Claudel, y hasta cierto modo con Valery, con quien coincide en su posición
antirromántica, y en la visión de un cosmos cerrado, donde el yo cumple una
función ordenadora y contemplativa. Lejos del idealismo trascendente de los
simbolistas, el yo estará siempre en una situación de soledad radical: Estoy
solo en este leve espasmo; solo ante este ojo ciego lleno de ojos brillantes
que se espían a sí mismos; solo ante este inmenso ojo de mosca. Y el público no
aplaude. No aplaude.
Hay en este
libro una invitación a soñar distinto, a estar atentos entre la vigilia y el sueño.
Su intención va más allá de la experimentación onírica, porque es preciso
despertar lo sabe, es preciso que el hombre despierte de la mera apariencia de
este mundo, para que pueda llegar a la conciencia de la propia realidad. Y la
poesía es el instrumento, la poesía aun cuando no sirva para otra cosa, como
lucidamente acertará a decir Gamoneda, servirá para afilar nuestras
conciencias. Ella es el despertar de un saber, en Abel esa sabiduría le permite
conjurar el sobresalto, el escepticismo y la angustia que toda experiencia de
la conciencia lleva consigo. El poeta: —nos dice—, una
rareza. Un perro de varias cabezas…, un perro con miedo que no tiene miedo pese
a que debiera tenerlo y lo tiene…, que intenta descifrar la diáfana sencillez
que corre por la sangre que corre entre esos lados, la sencillez de los gritos
y, en especial, la sencillez /de la voracidad del ADN o su rastro de pólvora.
Imperturbabilidad,
rebeldía, inconformismo, son algunos de los rasgos que sobresalen en su
poética. Hay imágenes reveladoras que llevan el tono de versículos apocalípticos:
y veo lo que veo… un cielo de pájaros furiosos. O asustados qué es la furia
al revés… es lo que el poeta ha visto en sus meditaciones, y son
las noticias catastróficas del fin del mundo anunciado, sus versos traen
implícito un fracaso, un imposible, una perenne melancolía, aunada a la memoria
de la caída, por eso todo viaje es un descenso, también el viaje hacia uno
mismo. El poeta nos habla con esa lucidez insoportablemente lúcida, influenciado
por los poetas de la desolación y la muerte como Trakl o Eliot, con los que
comparte esa oscura nostalgia hedonista, cercano a Rilke, la rememoración lleva
un sentido funesto por el profundo sentimiento de desoladora tristeza, pero si
bien expresa la idea Rilkiana de la belleza temible; para Abel no hay un reino
de redención, nada puede redimirnos, el Ángel no puede, la belleza tampoco.
Su poesía
representa inquietudes totalizadoras, la anticipación del desamparo total del
que el hombre quiere salvarse. La perplejidad ante la muerte, el deseo de saber
qué es. La gran interrogante, ¿que cómo se responde sin el dato de Dios? los
que mueren (porque sucede) se disuelven sutilmente en el monólogo colectivo de
ese Dios lleno de rostros que forman un rostro que, visto de cerca, es un Dios
de rostro abolido que, simplemente sucede. Tras la aparente falta de fe, hay
una búsqueda agónica por encontrar el otro lado de las cosas, y de la realidad
que contempla, es evidente el desencanto del poeta al no hallar la forma de
liberar al hombre del acontecer y del fatalismo de las circunstancias que
conforman su vida.
…tomaran el
sol azul de las pantallas, como si lo absorbieran con las bocas abiertas
/tendidos en los sofás-ataúdes. Es como si tomasen o absorbiesen ese /sol azul
que les introduce en el cerebro un microchip. Encontramos
el azul con un significado ahora extendido, peligroso, amenazante, si a un
lado de esa soledad está la basura, algo mágico, una simetría de pobreza
perfecta… detrás, justo detrás, están las flores… como puestas ahí por el sueño. Estable un claro contraste entre la flor
azul del principio, —(la clara referencia es a Novalis y a su sueño moribundo irrealizable),
para decirnos— Está sola…está sola en el prado del parque que, ahora
(traspasado el umbral de la geometría y de los cálculos, traspasado el seto de
ítamo real hacia dentro, traspasado el tiempo como si fuera algo traspasable
—digamos un puente—), es un prado de verdad en un parque de verdad, con todo
tan verdadero como la flor y su color azul movidos por la brisa del agua y los
patos, ahí, verdaderos como agua y patos y flor que nadie sueña como es debido.
Si los
sueños son un misterio, si abren puertas a otras realidades, y a otros
universos de símbolos, ¿Cómo soñar como se debe? Nosotros precisamente estamos
hechos de misterio, de infinita extrañeza indescifrable, de dolor, y esa
consciencia del dolor es también una fuerza motivadora que obliga a no
conformarnos, por eso escribe como si negara la rotunda aseveración de Walter
Benjamín con la que abre el libro y a la que logra suprimirle el “ya no”, porque sí para el filósofo judío el hallazgo
de la flor azul sigue siendo una imposibilidad, Abel se atreve a contemplarlas,
aunque esas flores sean: flores azules rupestres en la habitación donde
se vela el Ángel decapitado… flores azules que se secan allí donde nadie vela
su cadáver. El cadáver de ese pobre ángel sin cabeza… flores sediciosas que
alguna vez mostré a mi padre.
Es cierto que no hay placidez en las visiones de Soñar como es debido, pero Abel no es el poeta de la desesperanza, hay en su poesía un reclamo, una urgencia, una necesidad… y si ocurriese un milagro y si ¿no están muertos quienes me dicen que están muertos?… soy el que espera el imposible… la poesía es suficiente en sí misma para llevar la mirada a otra realidad, para sobreponernos a lo que perdimos en y por el tiempo, cuando leemos sentimos esa incandescencia, la provocación del poeta para que soñemos el mismo sueño, porque hay que soñar para salvarse, para encontrar ese algo distinto, la esencia de la verdadera libertad, ese algo: un soplo, un rayo de luz, una voz que traspasa la pared y todo lo demás, incluso el tiempo. Porque detrás (pese a esos roces; pese a esa amenaza; pese a esos chirridos de columpios oxidados), detrás de abril y de la vida, hay eso… Flores azules descubriéndonos ese territorio dolorosamente hermoso que es la poesía.
Odalys Interián.
https://www.amazon.com/-/es/Abel-German/dp/B08JVY676R/ref=sr_1_13?dchild=1&keywords=odalys+Interian&qid=1619236748&sr=8-13
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