Poemas de Julia Peña









EL ÁNGEL DE LOS GATOS

 

 Para Lilliam Moro

 

Hay en el acto de cerrar las ventanas

una soledad intrínseca

la búsqueda de una protección

más allá del hecho en sí mismo.


Afuera, la noche y el frío

forman una sola oscuridad

revelándonos la verdad de lo que somos

aunque corramos las cortinas por no verlo.

 

Hoy me quedé mirando

y te imaginé caminar por las aceras.

El paso torpe, pero rápido

un gorro cubriendo tu cabeza

las manos ateridas y un propósito:

alimentar una vez más a un gato hambriento.

 

He recordado otras noches

no tan lejanas en el tiempo

el gélido morir de los días

el invierno horadando nuestra piel.

 

Invoqué al Guardián de los Relojes

para que diera marcha atrás por un instante

de modo que pudiera yo seguirte

en ese ritual de compasión.

 

No importa cuantas noches más

me queden por cerrar estas ventanas

o tal vez otras

pues no tengo raíces en los pies.

 

Pero siempre que me entregue a este acto único

de soledad y protección, tan cotidiano,

veré tu sombra alejarse por la acera

del paseo que conduce a la estación.


Nunca faltarán gatos hambrientos.

 


 

 

15 DE OCTUBRE


La Luz, incontenible

(YUSIMI SIJO)

 

Voy descendiendo

por mi madriguera

el tiempo se curva, la penumbra 

se expande.


De pronto la luz.


Es el día de la Santa, me esperas

en la terraza del mesón El Sol 

tú paciente, yo corriendo 

en esa costumbre mía de “siempre llegar tarde”.

 

Ahí estás, veo tu sonrisa

en tus manos una Isla dedicada

la tarde detenida en nuestros gestos

un brotar incesante de palabras.


Aquí estoy, en este encuentro

que reconecta tu biografía con la mía

“estaba escrito”, sentenciabas

cuando incorporamos el idioma de la piel.


Al ritmo del Concierto de Aranjuez 

se acompasan nuestros pasos

sincronicidad o destino

la llama que unifica los senderos.

 

Y las Almas.

 

Hemos conformado el paraíso

con besos inventados

el abrazo del alivio cuando el viento

arreciaba fuerte en las ventanas.


No sabemos aún que nada importa

nuestras Venus se abrazan desde siempre

elevadas sobre el horizonte

al amparo de todo desacierto.


Dame la mano – me dices- 

que “el amor no me cabe en el pecho”.

Tú, sueño en que la eternidad habita

nunca podría soltarte.

 

En este otoño en que nacimos

suenan redobles de campana.

En este tiempo que se curva imaginando

un futuro distinto en mi memoria.


Quédate conmigo en la terraza de este hotel,

tejieron este amor para nosotras.

Hoy vuelve a ser 15 de octubre

no hay ayer, ni habrá mañana.


¿Te apetece otro café?


 

 

EL ÚLTIMO FINAL

He vuelto la mirada

y he visto un camino de escombros 

donde sólo hay polvo irrespirable. 


El atronador eco del silencio.

El grito sordo de un llanto contenido

se confunde entre la niebla

en el viento frío, en la tormenta.


No veo nuestras pisadas.


Tal vez mejor así

podría de lo contrario arrojarlas 

al camino desolado ante mis ojos.


Hoy no merecen ni el fuego.


¿No escuchas, acaso, un alarido?

es el volcán rechazando toda imagen,

todo sonido.

 

Fragmentos de una historia en agonía. 


Hoy sólo sé que nunca fuiste.

Que tan sólo eras el reflejo 

proveniente de una Isla muy lejana.

 

El Tridente

quedó varado en mi espalda. 


 

 

 

DANZANDO PARA TI



We’re both of us beneath our love

We’re both of us above

(LEONARD COHEN)



Qué soy ahora, dime

después de tanto

si no ésta sombra atada

a tu cintura.


He regresado de un olvido

que pudiste coronar

tan sólo a medias

ni los esfuerzos más titánicos pudieron

borrarme de tu lengua

ni tus noches.


Lo sé

por eso vine

a culminar el rito inconcluso

a fabricar un nuevo fuego

que espante los espectros

a hundir en el infierno de mis cuencas

y las tuyas

imágenes que cortan como rayo

laceran y trituran.


No te ufanes

en explicaciones

ni reclamos

cuando hemos llegado tan lejos

y tan cerca.

 

Deja en la orilla los cristales

que amargamente palpabas con tus dedos

abraza la penumbra que te asombra

la que invocaste un día de verbena.


Estoy aquí

abre tus ojos

abandona en el camino las pisadas

que nunca podrán dejarte huella.


Permite a tu corazón el reposo

en esta frente que arrastré como demonio

cumpliendo años

volando cielos de regreso

cuando tu voz me clamó a gritos.


Escucha como desde tu vientre

se apresuran hacia mí lejanas voces

no las detengas en miedos.


Hemos amado mucho

otras almas antiguas

otras pieles llegando desde abismos

disfrazadas

para tentar lo que no les pertenece.


Pero es la hora de la verdad

y lloras

pronunciando mi nombre como una letanía

mientras te acercas

a la entrada del último silencio.


No te afanes ahora

no intentes dar luz a la negrura

que pretendió tumbar en tus adentros

nuestro altar de ternura consagrada.


No más dolor abriéndose camino

es momento de enterrar bajo las vías

esa nada que vemos retorcerse

por ocupar un lugar que sabe mío.


Todos se han ido

la luna clarea entre sudores

cuando ves recuperado el paraíso

al alcanzar temblorosa mis cabellos

conjugando tus versos en presente.


Es el momento

el último tramo al amparo de estos nombres

y aún recuerdas que nos quedó pendiente

comprar anillos nuevos.


Acaricio tus pies mientras te alejas

o quién sabe si eres tú la agitación

recorriendo mi columna

penetrando como un presentimiento

como una última caricia.


Cierro los ojos

porque esa lágrima en la piel es tuya

es la última sal que me regalas.


El último suspiro exhalado mientras duermo

la carne abandonada

el trueno de la crucifixión

y una palabra.

 

Qué soy ahora, dime

después de tanto

sino una dulce promesa

tratando de llenar este paréntesis

hasta que escuche los toques en mi puerta

y divise tu rostro al otro lado.

 


 

AUSENCIA


Dame tu mano para alcanzar la mía

(LILLIAM MORO)



Puntualmente

 

algunas noches te escribo

algunas noches te leo

convierto en oración

mi monólogo contigo.


Junto al cajón

donde acomodé la Cruz de cedro

el poemario de Vallejo

la promesa en los anillos

los días que van cayendo.


El cuarto de arriba

va conteniendo tu presencia

se lesionan mis ojos, a veces

al contemplar los objetos

sobre tu mesa.


Las cosas (siempre son ellas)

 

las portadoras de luz

que no conocen distancias

y llenan para el camino

nuestras lámparas de aceite.


Nos elevan

en tanto van desapareciendo

las miradas de los ciegos

la intromisión de los necios

los gritos de la ignorancia.


No pueden alcanzarnos

los rompedores de hechizos

nos hemos quedado solas

perpetuando nuestra danza,

muy cerca del Lienzo Este.

 


 

PROFUNDO SONIDO



Profundo sonido que se expande

eco de un éxodo atronador

mientras se cierran mis ojos.


No permita esta noche que el reloj

repique en mi ventana.

No esta noche sin luna.

Sin mar donde ahogarse.


Permanezca este temblor apenas

batiendo lejanos rumores

de un verbo

decrépito en mis labios.


Han ido cayendo los siglos

los finales, el último ruego.

Y no hay estrella que me salve.


Ni grito. Ni oración.


No es la soledad,

no es el anhelo de una nueva conjunción,

lo que perturba este silencio.


Es mi mente,

donde tañen las campanas.


 

 

HIJOS DE SATURNO

 

Hay algo oscuro

en la hoguera que espera a los herejes

precipitadas voces que percuten

al ondular de la luz.


Y lo hay en las antorchas para volver a casa

en los pies seguros del camino

en la queja del viento con el orto.


Hay algo oscuro

en las redes donde se han dispuesto las mesas

para degustar entre palabras e instantáneas

la virtud del abrazo perdido.


Y lo hay en el disparo del hermano

en la penuria arbitraria del caído

en la negrura moribunda bajo un casco.


Hay algo oscuro

en los mares bautizando las conquistas

donde yacen los muertos y la muerte

los peces que perdieron los colores.


Y lo hay en las nubes aguerridas

cantando al son de los esclavos

en los pasos que se dan entre cadenas

en la furia de unas manos excluyentes.


Hay algo oscuro

en el tiempo que juega a despistarnos

ocultando el Verbo que nos nombra

al compás de un regreso ineludible.


Y lo hay en el bosque de pinos

que palpita cercano a mi ventana

en los hijos de Saturno y su inclemencia

en mí - mientras escribo - y tengo miedo de mi padre.


 

 

LUNA EN CUATRO FASES

 

Voy preparando los emparedados

-receta de la abuela-

mientras tú cepillas a los gatos

y se acentúa la tarde en la ventana.

Otro recuerdo cruzando el puente

hacia el profundo portal de la memoria

para cubrir en tu ausencia las paredes

de esta casa sin ángel que la guarde.

Tendré miedo en la distancia cada noche

al arrullo del silencio

tendré abismos conocidos en mi estómago

donde convergen todos los finales.



Es el tiempo un espejo delirante

que nos devuelve quebrados los minutos

una danza de angustias contenidas

un verterse en los charcos del invierno.



Tuve pasos, una vez

y caminaba

y había luz alumbrando las aceras

y en mi vientre la vida hacía su nido.

Tuve vientos del sur como promesa

y un verano plácido en el norte.

Tuve versos llegados de una isla

tuve amor, dulzura y certidumbre.



Es ahora que mis pies se han detenido

un no tener más allá de este segundo

un guion interrumpido sin aviso

y tu maleta sin fecha de regreso.



 


 

BIOGRAFÍA

 

Julia Peña (Madrid, 1969). Estudió administración y contabilidad y se ha dedicado principalmente a trabajos de secretariado de dirección y atención al cliente.

En los últimos años profundizó en sus estudios de astrología transpersonal, disciplina a la que se dedica profesionalmente en la actualidad.

Amante de la literatura, especialmente la poesía, escribe desde que tenía 12 años; si bien no ha publicado hasta ahora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



















 

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