POEMAS DE ANDRÉS DÍAZ CASTRO




Soy

el poema

entra

soy solo una puerta

que te lleva

a través de mí

a ti

sin preguntas

ni respuestas

solo una saludable provocación.

            (El poema)

 



En

memoria

de mí

he vivido

y vivo aún

para tener

algo que olvidar

cuando

me toque rodar

a la Nada común.

            (Fosa común)




Prometeos

caídos

acolchando los pasos

de un reloj de sangre

que agoniza

un otoño humano

atando con lazos fríos

la dudosa huella

de haber sido

un simulacro.

     (Otoñando)


 


Deberíamos

alguna vez

bailar

sobre una lápida fría

con el calor de la vida

y presumir de eternos

escribiendo

con pasos de danza

el epitafio de la mortalidad.

      (RIP)




I

La

empedernida lluvia

que no llueve

y es sed

en la arcaica mirada

de los lagartos

Ausencia

que se repite

y deja una sorprendente humedad

en las alcantarillas de la memoria

Lluvia música

caricia evaporada

que hace florecer

la necesidad de un árbol

Es mi lluvia.

(Empedernida lluvia)

 

 

II

 Alguna vez

oirás de nuevo

esa voz perdida

y sabrás que antes

no supiste escuchar

y pedirás perdón

no a la voz

sino a ti mismo

y la voz

no volverá.

(Oír esa voz)

 

 

III

Escucho

a veces

el alarido del árbol

que quiso emigrar

con una bandada de pájaros

aúlla

y se deshoja

Solo

sus hojas muertas

vuelan a caprichos del aire.

(Arraigo)

 

  

IV

 

Noches

hay

que soy un depredador

otras

la víctima

las más

solo un lugar

donde alguien devora

y es devorado

en un pálido

paisaje interior

donde se oculta una voz.

(Las noches de Yo)

 

 

 

V

 

    Verso es una calle que inventa una ciudad, nota suelta que derrama un concierto, hoja que se sueña bosque y sale a buscar trinos en la pelusa de una pluma, mínima gota que insinúa océanos en el corazón de un meteorito, una molécula de ti, la noche épica y mi tacto que descubre un hondo desamparo en la ciudad olvidada.

                   (Verso)

 

 

VI

 

Para

construir

me quedo

con el peligro

de los andamios

su esqueleto

incita al vértigo

en la caverna de viento

caricatura de Babel

trunca

inclinada

balbuciendo

un poema

sobre la inacción.

(Constructor precario)

 

 

 

VII

 

    Una vela parpadea en tu pupila y la magia se apodera de los ángulos imprecisos de la noche. Estoy cerca y lejos de ti, como un hecho imaginario temblando en la pared de la caverna, aromado por el humo transversal de tu presencia, con la huella sutil del eco de las palabras, ese diálogo que agoniza en intenciones. Esa vela es mi llama, el fuego ancestral de los deseos insatisfechos. Tu pupila se contrae en un aura que lo invade todo, pero la llama intacta me quema y te busco y solo toco, una y otra vez, una fría pared de oportunidades que se evaden.

                                   (Una vela)

 

 

VIII

 

Llueve

y una sensación de orfandad

me cala los huesos

tiemblo

y en algún lugar

la floresta me susurra

horror de infancia

mientras

que un caballo

pasa

y tibio

humea tristeza.

(Aquí, así de simple, llueve)

 

  

IX

 

Tengo hambre de cosas

inaprensibles

e inimaginables

hambre de lo que ignoro

y ni siquiera busco

es un hambre que me hace salivar palabras

frente a un plato vacío

mientras percibo olores sonoros

que me queman la garganta

con la sombra de sabores

Tengo un hambre

que busca la sed

en el árido confín

de los muertos satisfechos.

(Hambre)

 


X

 

Sueño

que amanece

y recuerdo

haber soñado ese amanecer

y lo sueño

dentro del sueño

una

y otra vez

ya no sé

si estoy despierto

o he muerto

y ese

es un bucle

de la Eternidad.

(La Eternidad, ese sueño)

 

 

XI

 

Volvemos

hierba sobre los labios

por el camino sin viajeros

nadamos

solos como dioses

tentados a crear

por no se sabe

Tramos

con bifurcaciones

carromatos crujen

abaratando el polvo

A

lo lejos

luces y aromas

podremos pernoctar

en la venta de los adioses.

(Hierba sobre los labios)

 

 

 

XIII

 

    Es el segundo cero de todos los viajes. Llegada, partida, regreso. Nido de preguntas y respuestas devorándose, que en su barullo ciegan todos los acordes que podrían armonizar el caos o darle un sentido en nuestras aspiraciones, pero aunque en ese punto se convulsiona el embrión de los volúmenes, toda pretensión de avizorar su despliegue también es devorada. En el instante el viajero empaca y desempaca su equipaje y dice ahora para decir antes, después, siempre, y para constatar que el futuro de entonces es el lugar que habitamos los viejos con el saldo de lo vivido que se olvida. El instante nos hace y nos destruye como un hueco indescifrable.

                                                                   (El Segundo cero)        

 

 

 

 

 

ANDRÉS DÍAZ CASTRO (Cuba 1948-…)

    Su actividad poética se ha desarrollado fundamentalmente en las redes: Muro de FB, Página, blog “Impronta en las dunas” y un canal en YouTube. En los años noventa publicó en Cuba “El libro devorado”, gracias a la colaboración de algunos amigos y que se distribuyó entre sus amistades. En España ha participado en recitales y ha sido jurado en concursos de poesía. Poemas suyos están incluidos en la Antología “Poetas cubanos en Canarias” (Cuadernos de la Gueldera, Gran Canaria, 2015). Vive en las Islas Canarias desde 1993.

   

 

 

  

Comentarios

  1. Bellos y profundos poemas. Gran satisfacción por releerlos en esta bella revista.

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