BREVE TRATADO PARA LAS CASAS CON PECES. BORIS ROZAS.

 


BREVE TRATADO PARA LAS CASAS CON PECES. 

 

 

  

WISLAWA EN PARÍS

 

A la cola de un buffet de asado

converso con Wislawa.

Mi esposa nos acecha

sin atreverse aún

a llamar a la puerta.

Conoce los salones de los poetas,

llenos de niños

que juegan con hojas en blanco

como pequeños jilgueros,

entre las balas

que aúllan

al rozar la carne.

 

 

 

ACLARACIÓN

 

 

Como Pacheco, escribo un día y otro

pero no todas las cosas que escribo

significan lo mismo,

hoy tocan el olvido o la muerte

mañana serán las olas

y sus instrumentos;

no amo nada que no venga

en un libro

nada que no se pueda resumir

en una página,

será por eso que los poetas

no duramos

como perdura el polvo

sobre nuestra ofrenda.

Escribo sobre el miedo

pero, como Pacheco, pretendo

decir otra cosa,

no querer transcurrir

como un río

por un bosque

de metáforas,

mi historia es su historia

contada desde

el desplome.

 

 





EL TIEMPO ES LIGERO COMO LA CHARCA DE LOS NIÑOS

 

 

El tiempo es ligero como la charca

de los niños.

Sus uñas son largas como los filos de cuchillos

en el bosque, que cuentan sueños

que se han ido enterrando

en vastos cementerios de palabras.

Se sabe que no le basta

con meras abundancias.

Las cuerdas de esta guitarra

hecha de primaveras

suenan a la Babi-Yar de Yevtushenko,

casi como un pogromo de versos escritos

con sobras de hombres

y copos de nieve nueva.

El tiempo sigue siendo ligero

como la charca de los niños,

un clavo ardiendo

al que sujetarnos

camino de otra noche

para poetas mecánicos.

 

 

 

 

 

 

 

 

SECUOYA

 

 

Este amor comenzará bajo tierra

como lo hacen

todos los finales.

Los dedos rasgarán la piel

del bosque

para aprender a planear,

el espacio entre tú y yo

serán las voces

que nos deletreen.

Habrá que inventar

otro cielo

donde desenvolverse mejor

en el silencio.

 

 


BÉISBOL

 

 

Javier Rodríguez sonríe con lágrimas

en los ojos.

Los pequeños juegan al béisbol

como si nada fuera en verdad

con ellos,

bastará este óvalo de tierra iluminado

para olvidar

toda una vida,

un pequeño gran privilegio

-según se mire-

poder enterrar

a los dioses del polvo

en una habitación

vacía.

Helena Ayala espera con otra limonada

recién hecha,

la vajilla si algo tiene

es tiempo.

 

 

 

 

 


LLANTO DE LOS CEREZOS

 

 

Canto imaginario que me llega

recostado en el llanto

de los cerezos,

aletargado en sílabas

que se contraen

con el sol

de las grandes mansiones.

Tardes de latón

grabadas en pequeñas

cintas de vídeo

hechas para paisajes

anteriores

al desembarco.

Discos amontonados

en un trastero

cualquiera

de cualquiera de mis

otras casas,

repletas de balcones

vacíos

de pájaros.

Todo en mí consiste

en ser tú

ahora que la luna

sueña con los caminos

por los que nos dejamos,

 

cantos de lo imaginario

que me llegan

parapetado

en esta trinchera

de rutinas y normas

no escritas.

Me cuezo en el caldo

de los corazones

que se abren apenas

con la llegada

de la noche.

 

 

 

VAYA POR AQUÉL QUE DEJA ENTRAR AL POETA EN SU CASA

 

 

Oigo cómo otros construyen un hogar

en estos días extraños

mientras yo cuelgo cuadros imaginarios

boca abajo

o almaceno viejos recortes de prensa

a la manera de grandes tesoros,

bien trabajados en habitaciones pequeñas.

Pienso en un yo que aprende a pararse

y deja entrar al poeta

en esta casa,

sin miedo a dejarse impresionar

junto a las paredes vacías

de una vieja cocina.

Se descompone mi refugio diario

fuera del alcance de los relojes digitales

de colores,

vuelvo a ser un número

de cinco cifras.

 

 

 

 

 

 

EL BOSQUE POR DONDE TRANSITAMOS

 

 

Raíces ni tengo ni he querido tener nunca,

sé que comienzo en algún muelle

erguido sobre las crestas

de otras marejadas.

 

No sé de perfecciones

más allá de unos segundos

fundidos al negro de los versos,

una vieja persiana que se golpea

contra todos los abrazos.

 

Cinco estaciones que suceden

como la matemática del olvido,

una llave maestra que rebasa

todo gozne de colmenas.

 

Este es el bosque por donde transitamos

en silencio eternos viajes,

cada monólogo de preguntas

un ramo de vidas maltrechas

vistas en miniatura.

 

Raíces no debo ni he creído deber nunca,

sé que comienzo en algún muelle

sobre caparazones de tortuga

huecos, fueran o no

para vosotras

estos incendios diarios.

 

 

 

PECES DE RÍO

 

 

Los pájaros que vuelan juntos

sobre camadas de atardeceres

superpuestos

son como trenes que circulan

en vías paralelas

pendientes de reencontrarse

en algún cruce de caminos

solitario.

Apenas anidan

unas horas

en camas de dos por dos,

se rozan sin querer

como huéspedes

fortuitos.

Duermen en las copas

de los árboles

resguardados de la lluvia,

iglesias de cartón piedra

edificadas sobre

huellas en blanco

y negro.

Nieve en los altozanos

del amor,

pájaros que regresan

juntos.

Ramas destilando leche

para mis peces

de río.

 

 

 

CANCIONES

 

 

Y entre tantas canciones

me quedo contigo,

he decidido que seas mi luz

cuando las hojas cuelguen

de las vitrinas.

Tu mano,

la simple ausencia de dolor.

 

 

 

 

                                































               

Foto: Maica Rivera

Boris Rozas, vallisoletano de Buenos Aires, poeta de amplia y reconocida trayectoria con ya catorce poemarios a sus espaldas, entre ellos los multipremiados Ragtime (2012), Invertebrados (2014), Las mujeres que paseaban perros imaginarios (2017) o Annie Hall ya no vive aquí (2018).

Ha recibido numerosos galardones por su obra entre los que destacan el León Felipe, Pilar Fernández Labrador, Francisco de Aldana, Hernán Esquío, Gonzalo Rojas Pizarro, Manuel Garrido Chamorro, Álvaro de Tarfe, Justas Poéticas de Laguna de Duero, Justas Poéticas de Dueñas, María Eloísa García Lorca, Villa de Ermua, Peñaranda de Bracamonte, Premio Umbral, Premio La palabra de mi voz, North Texas Book Festival, dos veces finalista del Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, Premio Sarmiento, etc. Ha participado en numerosas obras colectivas y antologías, además de colaborar en multitud de publicaciones de primer nivel.

En 2018 compuso el Soneto para el Sermón de las Siete Palabras de la Semana Santa vallisoletana, siendo el primer autor hispanoamericano distinguido con tal honor. Desde 2014 es Ahijado literario de la Casa-Museo de José Zorrilla.

Su poesía ha sido definida como vanguardista, revolucionaria y hasta transgeneracional en ocasiones, radicalmente enraizada en las nuevas corrientes de uno y otro lado del océano, pero también de corte profundamente intimista y consustancial al ser humano. Cercano en ocasiones a una coloquialidad cuasi cotidiana, Rozas suele renunciar a las complejidades retóricas para dotar a la naturalidad del verso libre de dinamismo y actualidad, sin perder de vista la larga tradición panhispánica de poetas que han escrito al amor.

Amante de la complejidad metafórica de los escenarios urbanos, Boris Rozas puede ser considerado como un posmodernista en plena madurez literaria, con un estilema accesible a todos los públicos, que representa su ideología poética asentándose en un profundo realismo cotidiano no ajeno a sus propios desencuentros.

 

 

 






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