Íntimo. La poesía de Ramón Perdomo.
Otros
pasos
Andar
no tiene sentido
si
los pasos van
sobre
huellas ajenas.
Los
senderos del hombre
igual
que el de otros seres,
tienen
sus propias pisadas
y
el mismo destino.
Andan
de recodo en recodo
antes
de que la luna
esconda
su sombra bajo las hojas secas
y
la humedad de la noche.
Ningún
camino ajeno
perpetúa
las huellas de un caminante,
es
el peso del paso antes de que sople el viento.
Deja
el pasado muerto en las piedras del tiempo,
acude
a las horas que te esperan
con
flores amarillas en las huellas de los dedos,
así
la mancha del sufrimiento y el dolor
terminarán
apagándose.
Deja
que el pasado sea una estrella fugaz
con
los ojos llenos de semanas muertas
arroja
los recuerdos para que rueden
sin
rumbo con su destino al hombro.
Anda
de la mano del futuro
avizorando
la sonrisa,
filón
de luz que se aproxima.
Pon
los ojos en el alba
en
la luna que nos canta
en
el sol que nos muerde la piel.
De
ellos, la vida que nos visita.
De
regreso
Hoy,
en mi estado agreste
regresé
al vientre de mi madre
para
buscar el principio de la vida.
Me
adherí,
desarraigado
de la piel y el corazón,
con
mi rostro de muñeco trasnochado,
y
los brazos tostados
por
el fuego de la carne.
Regresé
en ese estado seco
en
el que el humo de la hoguera
consume
la saliva y la palabra
creando
la aridez del silencio.
He
vuelto para no volver
y
ser de nuevo el residuo
de
un mundo sin conclusiones.
Melodías
peregrinas
A
pesar del piano consumiéndose
en
los dedos transparentes y uñas rosadas,
mirada
puesta en los cristales
iluminados
por las luces de la calle,
el
rostro dibujó la distancia.
Melodías
en sol mayor y arpegios repetidos
ordenaban
seguir las huellas de otros peregrinos
quienes
hicieron los caminos al caer tarde,
abriendo
el horizonte al llegar la noche.
Embriagado
en un regreso compulsivo
me
dejo llevar al otro lado
donde
llegué para rociar mis versos
del
mismo sol y otras montañas.
El
piano de canciones sin idiomas,
divagaba
en las Blancas y las Negras
redimiendo
el camino de Edith*
al
salir de Sodoma.
*Edith, esposa de Lot, primo
de Abraham. Quedó petrificada, al volver la vista atrás cuando salía de Sodoma
junto a su esposo y sus dos hijas.
Envuelto
en espumas
¿Acaso
creíste que sería contigo distinta?
La
vida deleita ilusiones
crea
serpientes permanentes,
asume
las botas del guerrero
quien
en el momento oportuno,
blande
el hacha cortando las lágrimas evocadas.
Hace
amar lo inanimado
retuerce
la tristeza y la alegría
hechiza
desamores inundados
de
copas turbias al amanecer.
Por
ella
enmudecen
el vientre y los tambores,
gritos
al anochecer.
Cabalgas
en potros sordos
retratando
los espejos de cabelleras largas,
cinturas
planas
y
labios perfumados.
Hoy
andas envuelto en espumas,
olvidando
que la voz
pende
de las horas muertas.
Felonías
Nada
tan falso
como
ser el sicario de tus crímenes
perpetrados
en la cama con besos y caricias.
amamantar
el refugio de una sábana
en
una noche sin final.
ser
la ola que interrumpe la tranquilidad del mar
al
correr el viento en el horizonte.
Tanta
falsedad no es azar de los ecos
al
mirar con asombros los temblores del escalofrío,
saciando
mis deseos
en
las profundidades de sus fuentes.
He
calcado en mi corazón más culpas que bondades
enterrando
el descreimiento con mis manos abiertas
al
pie de mis talones cansados
y
en medio de ese puñado de felonías.
Ludópata
nocturno
El
olor amarillo de las culpas rodando
da
la impresión que regreso
al
punto de partida
donde
los huertos eran
la
sangre nudos ancestrales
y
el pan, hechura sagrada de la vida.
Después
de tantos inviernos
llevo
un rosario de penas sin cuentas
porque
el tiempo dispuso de ellas.
Las
lágrimas hoy no son de nostalgia,
son
el peso afligido de los años
haciendo
las noches grises
nieves
tintadas en mi cabello.
Yo,
jinete de mil caminos
cabalgo
al soplo del viento
enclaustrado
en una realidad
donde
sólo el alma
agita
mi cansada rebeldía.
Tantas
derrotas hechas triunfos
ablandan
el corazón del bravo guerrero.
Hoy
cual ludópata nocturno,
apostaré
otras horas de fracasos.
Estoy
más cerca de los cadáveres
que
las hojas en el otoño.
No
seas
No
seas la imagen prolongada de otra sonrisa
que
nació cuando el beso se hizo carne.
Ni
luz de unos ojos
parpadeando
aguas saladas.
No
seas jamás el eco de una pena
que
rueda sobre días infecundos,
crepúsculo
curado en los recuerdos.
No
seas.
La
mirada es la misma
desde
que la calidez de su espalda
acogió
otro pecho sudoroso.
¿Cómo
podría serlo,
si
mi cuerpo no es la repetición de una sombra
ni
mi sombra la de otro cuerpo,
si
sus poros fueron clausurados,
eran
la voz enjaulada
en
aquella habitación moribunda,
la
luna alumbra una vez cada noche
y
el viento no se sopla a sí mismo?
¿Cómo
podría serlo
si
la muerte viene una vez
y
la vida, igual nace con ella?
Ser
otro
Ya
no puedo ser otro
que
el que desnudó la noche
al
encontrarla cubierta de cosas inconclusas.
con
gotas de rocío
tiznadas
de colores sin matices.
¿Para
qué ser otro
Si
el designio patentizó los sueños
como
ola que rueda en la orilla
sin
huellas ni senderos obligados?
Soy
ruta prohibida de las aves
cáñamo
que cae al río
y
se pierde en el horizonte
madriguera
donde asoman historias
sin
gargantas ni ropajes
espasmo
de voces delirantes
en
una noches de espejismos
y
estrellas tartamudas.
Penas
soñolientas
Un
día volverá
sin
más equipaje que el arrepentimiento
con
el perdón congelado en el pecho
la
sonrisa asida al ruedo del pantalón
y
la frente manchada por el camino.
Gotas
de sal rodando en las mejillas
no
serán suficientes
para
borrar el luto de las noches solitarias
ni
las sollozantes tardes sin crepúsculos.
Volverá
para cumplir la condena
donde
la esquina de la cama pudo ser
descanso
de otra espalda.
Recuerdos
multiplicados en los ojos
no
tendrán que justificar la ausencia,
sólo
el dolor colgando en la mirada
hablará
de las penas soñolientas.
Sonámbulo
He
sido un camino de recodos infinitos,
empujando
las olas
que
chocan los corales
curados
por las noches y los días.
He
vagado con el rumbo
marcado
por las hélices de barcos
simulando
la eternidad de la vida
no
de la muerte.
Ahora,
la
mirada de mis deseos
han
vuelto a la desgracia de otras horas
con
la lengua mutilada
por
voces sin gargantas
ni
tímpanos que les recuerden el pasado.
Gota
iluminada
Arrinconado
en la oscuridad
mis
sentidos se abren al cosmos
la
madrugada habla de los sueños
y
la flor deshojada gime
en
ausencia del latido de un corazón.
La
luz amaina su descreimiento
¡Timbra
el silencio!
La
noche se desvela
con
el deseo de no partir,
la
madrugada empuja,
asoma
el sol con sus espigas
candor
de gota iluminada.
Entonces,
el hacedor de versos
ruiseñor
que canta con la sonrisa apagada
y
la mirada puesta en el pasto,
escucha
de cerca el latido más lejano
con
el oído puesto en la mano derecha,
La
babas de sus versos
arrastran
cenizas y metáforas
abriéndose
la flor de la palabra.
Abrumado
No
sólo me abruma la soledad,
el
silencio frío de la madrugada
y
el olor a murciélago disecado en el río
ni
las olas interrumpiendo
la
tranquilidad del mar.
ni
la soledad vestida de cristales
con
dolores de otros tiempos.
No
es la bruma que me abruma
es
saberse un escarabajo
cubierto
de polvo que se esfuma
verse
como un lagarto respirando
con
la lengua húmeda
a
espera del camino sin regreso.
Alas
arrugadas
Empotrado
en las rendijas del pavimento
tomó
la acera de adoquines multicolores
siguió
las voces de mi sombra errante.
No
sabía quién era, sin embargo
llevaba
el mismo nombre,
la
misma cicatriz bajo la lengua
el
mismo parpado cerrado antes de cerrarse.
(La
muerte colgaba en el ante patio
de
un corazón sonreído).
Saboreaba
el olor del río perdido en el tiempo
cuando
arrugó las alas.
El
viento pudo menos que las piernas,
quedó
pasmado bajo nubes de garzas tristes
llamándole
a seguir un vuelo a lo innombrable.
Como
un escarabajo
Como
un escarabajo
huérfano
de besos y salivas,
sigo
en una madriguera sin laberintos
donde
el espacio
eterniza
la voluntad de otras manos.
y
el eco apuñala la oscuridad
como
el dolor a la tristeza.
Es
una profundidad inodora.
mis
sentidos de escarabajo
con
el pecho entre las piedras
y
el olor a azucenas olvidada
esperan
la inminencia del ocaso
para
dejar como rastro la eternidad
Si
es que muero
Murmúrole
al tiempo
el
deseo de no encontrarme de nuevo,
ni
reencarnar ambicionado
en
vivir eternamente.
Brindo
amor a los que quieren,
indulgencia
a mis recuerdos,
si
algún día muero -si es que muero-
seré
mismo relámpago en las noches
que
danza entre lo etéreo y lo humano.
Compañero
del silencio
El
hombre:
conscripto
del silencio
mira
las estrellas cambiar de colores
mientras
la piel se estruja por la brisa.
Compañero
de la nostalgia
presente
ante la ausencia de todos
mientras
el pelo se tiñéndose
de
otras angustias.
Yo:
hombre,
cómplice
del recuerdo y la madrugada
efímeros
pasos que se escapan
junto
a las gotas de rocío.
.
El
dolor de la muerte
El
dolor de la muerte deviene de los recuerdos.
el
paso de los días
y
los oídos puestos en el ápice de la garganta
la
mano cansada cubriendo de ternura
heridas
que humedecen las miradas.
De
la canción entonada
entre
la saliva y los dientes, y al final:
unas
lágrimas.
Ese
dolor
trajo
sus propios días de entretenimientos
en
la niñez, en el almuerzo, después del mediodía,
cuando
las olas escuchaban a María La O
insultada
desde la orilla.
Los
recuerdos dan sentido al dolor de la muerte
al
dejar en las paredes del tiempo una voz
una
palabra,
una
mirada,
la
llovizna rodando en el tejado
cuando
el viento llega en el invierno.
Nuestra
memoria
El
recuerdo es el regreso de la voz
la
palabra enmohecida sin acento apresurado
mirada
repetida cada día
luto
sin pausa ante la muerte
volviendo
al camino que se pierde.
Es
el susurro de la madre
acunado
en el eco húmedo del amanecer.
la
voz de trueno corrigiendo la rabia
que
impone el silencio
Es
el precipicio en el estómago
de
calladas noches.
La
memoria no se desvanece,
ni
muere
ni
se pierde.
Más
bien,
se
esconde entre cristales mudos
y
la ventana de la vida mirando el horizonte.
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