Poemas de Nelson José Ponce González
Me quedo
prendado de esos matices etéreos, una nueva matriz de lenguaje que construye la
poesía, un andamiaje que romper viejos hilos del sentir, El aullar de nuevas
voces ocultas que florecen, trama la Ilusión de todo poeta, romper el cristal
de esa identidad, escabrosa, desconocida, virgen poseída que es la musa de los
Dioses. Oculta caída vertical que llena la estancia de nuevos vocablos en esa
prisión que son las ideas que se deshacen paridas en una múcura, en un gabán
que anida la noche oscura de la mente.
Todo se
encuentra en la brecha raída, en una orilla oculta que nadie vio, en ese
estrecho instante, donde el definir ya no existe, y la miseria llegó al borde
final, en esa caída de luz sin aviso, por donde escapa el sofoco, todo conduce
a la intensa oscuridad que sin dilación y sin espera, es la calma ritual.
El temor
busca y no encuentra la puerta oculta, detrás de su vértice oscuro, la salida
de si mismo. Para desdoblarse y ser otro más actual, más íntimo. A vivir el
hedonismo, el histrionismo del momento, un veneno primoroso que salte el
obstáculo del tiempo, y brille como una nube, ante el abismo del ser, que se
interpone. Escapar de esa capsula de confort, el nicho viejo ya vivido, los
vencidos oropeles. La piel hacinada que se va volviendo escamas del que no
desea ser pez, sino raíz, gajo, de su propia tesitura. Reclama la clemencia de
huir hacia el presente donde debe de estar, pero hay cadenas que lo atan. Es el
clamor parturiento del volver a nacer, el respiro sin aire. La tecla oculta, el
cordón umbilical, en el backstage, el último instante que despierta del sofoco del polvo vacío, y los fantasmas del escenario mirándote sonrientes. Saludos
compatriota a esta historia tan hermosa de un creador y sus temores, algo que
no logró escapa de ti, y lo sometiste. En ese infierno que hay detrás de la bondad
de todo buen hombre, que busca encontrar el bosón de Higgs, la partícula de
Dios.
Las grandes
hogueras no se apagan con agua. liberan la conciencia de sus miedos, fluyen en
el ahora, reciclan su destino, y vuelven a mirarse y conservan una pequeña
llama. En el equilibrio de lo ambiguo, ni todo es bueno ni todo es malo, como
el coraje de las aves contra el invierno. Con la idea del que pisa la lluvia no
se moja solo, y viaja lejos. Agotar las esperanzas es parte de las cenizas del
viaje.
En ese nido
de nubes azules despiertan las fauces, a libar su veneno, a romper el sistema,
de una uña sobre la piel, de esta casa con sus ventanas. El Unicornio que se
derriba de su propio susto, mientras el tribunal anuncia la condena: Hambre y
desgracia para el pueblo.
Hay seres
que impresionan, capaces de trasmitir, la maduración tardía, el tránsito de un
poeta, quien logra, en cortas palabras, más de lo que somos capaces de
enclaustrar en una expresión sencilla. Colmando las ansias, y allanando las
luchas. Mundos fluidos e inclusivos, que nunca se juntaron por una óptica
silente de nervios de piel. Transparentes membranas separan universos distintos
que el común, no logra ver, lo que una palabra quiso y supo decir por dentro y
en un instante con toda la musicalidad y el ritmo que la acompaña.
Golondrinas
multicolores, vuelo de pájaros infinitos. Decimales de mínimas corduras, en
estos cocuyos de delirios que vuelan sobre horas convulsas. Hilos que se agotan
de espejante realidad. Brillo sobre esta luna oscura que nos agobia. Ese
eclipse que durmió tu mente, corto el tiempo que nos apremia, el yugo que nos
domina, el discurso vacío que nos sofoca. La sed lame sobre fuerzas que ya no
hay. Vencida agotada heredad que ya no tenemos. Tarde de iguanas lánguidas.
Un espíritu
luminoso que depende de ti, un rostro pintado en tela de yute, o cáñamo que
quiere desear una nueva perspectiva en tu memoria. Un ángel tiznado iluminado
al trasluz, por una vela de ausencia. Buscando un almácigo de prebendas no
conquistadas. Una lluvia de perinolas engarzadas, horas amaestradas que duermen
para que tu despiertes de ese delirio que nos agobia. De esa tela de tafetán
que cuelga de tu ventana con un solo propósito inconfesable que jamás
revelaremos
Desecho de intemperie
desecho de luz
derechos
de hábitos que se inhiben
las lentas prosopopeyas
de una
retórica mal habida.
Tierra de sembradíos de engaños
hurgando en ese escarbar anodino
distraído en tanto revisionismo
pulsando la talla y el tamaño de una queja
que va para
largo.
Con el guarapo caliente
que ya no te tomas
porque está muy caro
pulsando la tecla negra de un
irreverente té de romero.
Cuida tus amores que yo cuido de mí mismo
Si vas para Egipto dame la cola
que yo me
quedo en Petare.
Aquí dejo
mi amuleto, asentado con mi presencia, tosco cayado con el que golpeo el origen
este tiempo que suele dormirse. En antojos que no resucitan, en emociones que
van quedando a la vera de este camino que sin andar se haría más estrecho. Lo
inevitable es que se haga, más prejuicioso, oscuro cada vez, y se desgarren
una, a otra las emociones, que van cayendo, abono a nuestra tierra árida,
deprimida.
Que cordura
más hermosa y sabia hay en esta poesía, que nos llega como un flujo de perlas
transparentes, cauce primordial de ese mar de lava, hoy paisaje de volcanes,
que nos duermen mientras tú despiertas, para no caerse del techo, para ayudar a
ese corazón que palpita como un violín desafinado, en este mundo perverso,
mientras la miras con su ojito amarillo de arenas vacías.
Una Luna apaciguada despierta como tú.
para señalar mares y
montañas
los ríos
la mirada de inquieta luz
con la que
te ves.
Escuchas y te sientes
de pies a cabeza
eco que termina y
empieza otra vez
a lo lejos
en la montaña,
Lo bueno de la bruma
y lo malo que pudiste interpretar
así consumimos esta deuda
que asoma
virgen cada vez.
Cobijo que no te quita el frío por completo
hambre en ese vacío
de alerta que no cesa
angustia la que sientes
en cada
sombra amanece la mañana
a cada tarde se oculta
la
despedida fugaz.
Hilo frágil luna llena
de tierras catárticas
vida que supondrás
en la luz de un candil
aunque ya
no la tengas.
Partirán sus reflejos
y ella te estará mirando
con ese
ardor tibio que fue su vida.
Con ese adiós que ya no sabe pensar
se va contigo
porque no
sabe volver.
Nelson José
Ponce González, nacido en Caracas Venezuela el 22 de Enero de 1947, con 18 años
de estudio de budismo, perteneciente a la Soka Gakkai internacional
organización laica ( SGIV) que agrupas a los budistas, seguidores del maestro
Nichiren Daishonin, un monje budista del siglo Xlll nacido en el Japón. Ha
colaborado con la revista venezolana Letralia publicando poemas, tiene cuentos
escritos inéditos. Ha publicado un libro que se llama Flores de Papel, tiene
otros libros: Vasija de sombras, y otro por publicar de nombre Luna de Arenas
vacías.
Una escritura sugerente que nos lleva a reflexionar sobre la estructura profunda de un autor que trasciende su vanguardia artística en conexión con "su decir bien" en una vanguardia ideológica...
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