Poemas de Ana C Blum




DE “RITUALES” (2016)

LA CANCIÓN DEL DESTINO

Lo que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas.
León Felipe

El poeta vivirá en la memoria de las piedras
jamás en la del hombre,
porque aquello que el hombre recuerda
tarde o temprano olvida
y lo que olvida no retorna a la tierra
muere en el viento.

El poeta buscará las piedras,
en ellas harán hueco las gotas de sus versos,
en ellas hará estampa  la grafía de su aliento.

La persistencia del poema es el anhelo,
ni el nombre, ni la pinta, ni la fama,
solo el canto que se entrega al universo.

Así, lo que el poeta quiera decir
se lo dirá a las piedras,
estas hablarán con los árboles,
en el fruto el árbol guardará las palabras,
los pájaros picarán del fruto
y se encargarán de esparcir la semilla,
la semilla caída en la tierra será
principio estelar a través de los milenios.

La memoria de las piedras jamás es vencida por el tiempo,
y ésta es la canción del Destino.

El destino del poeta.




DE “ÁNCORAS” (2015)


ANCLA EL PRETÉRITO

Frecuentar las sillas que dejamos,
los pájaros encuentran allí la tarde.

Saber si en el patio nos espera 
el juguete,
los árboles que trepamos
y esos frutos 
que no quisieron 
madurar.

Buscar el columpio
en la distancia de otros soles,
hallar sus asientos vacíos
de risas de vuelos,
palos vencidos
ante el peso 
de las estaciones.

Tantear el agua turbia
guardada en el aljibe,
atisbar en el fondo
las ruinas de la casona
y descubrir que
nada conserva 
tus ojos de niño.



QUE LA CIUDAD TE DEVORE

Inicia el ceremonial de los pies descalzos:
restriégate los ojos,
sacude la cabeza,
busca el espejo,
luego el café.

No hace falta decir que es otro día,
las calles,
la parada del metro,
el quiosco de las mentas y el diario,
las notas de un violín desde la esquina
reclaman tu tránsito.

No te rindas,
busca los zapatos,
el maletín,
la sombrilla,
el libro que mitigue la embestida.

Concluye el rito,
la ciudad te espera
y tiene hambre.



SER DE AIRE

Torbellinos entran
y salen de esta casa-cuerpo
a cualquier hora.

Vórtices 
me arrastran a otros mares.
Corrientes 
colman mis alforjas de otra arena.

De vendavales se hace mi trayecto.
De tornados mi memoria.

Todos los huracanes del mundo llevo adentro.




DE “LIBRE DE ESPANTO” (2012)


POETICUS

Escribo, porque no puedo pelear batallas con mis manos
y el lápiz -a veces- apunta mejor que la escopeta.

Escribo, porque el verbo escribir suena a única certeza,
y es ruta sin distancias, y es cuerpo sin virus.

Escribo, porque la hoja en blanco es un gato feral
y debo recogerlo, alimentarlo, darle guarida, amarlo.

Escribo, porque los adjetivos acechan y cuando matan, 
también dan vida; porque el lugar común no me asusta
y lo que se ha dicho mil veces, igual salpica su encanto.

Escribo, porque todo en mí es un desencuentro:
los terminales se mudan,  las calles cambian de nombre,
y nunca atino estaciones, horarios o trabajos, retornos o partidas.

Escribo, porque aunque duele, no duele tanto.

Escribo, para llenar los cántaros, 
limpiar los espejos, 
empuñar los espacios, 
caminar los laberintos.

Escribo, para no morirme de pena.
Por eso escribo…



NOSTÁLGICA

Son las seis de la tarde y no hay nadie a quién decirle
venga para tomarnos una taza de chocolate con rosquitas.

El portal está escrito con los relatos del bisabuelo,
cuentos de aparecidos que iluminaron la infancia.

Las sombras crecen en las jorobas de la noche,
los coyotes muerden el tesón del viento.

Un tren en la distancia, yo soy ese tren,
descendiendo  las crestas de cañones.



DE “LA QUE SE FUE” (2008)


LA QUE SE FUE

Camina en otras calles.
Sucumbe en otra lengua.

Lejos de su casa,
escoltada por el anonimato,
con la alforja vacía de país y herencia
asiste
al velatorio del espejismo.

Entre los monumentos de la muerte
ha olvidado:
de qué savia está hecha su sangre,
de qué oficio se yerguen sus huesos.

No quiso retornar cuando pudo,
es tarde 
para alcanzar las carabelas.

Lo que dejó 
se lo comió el apetito de la ausencia.

Volver al mismo mar
es volver al desencuentro.



RENUENTES

Ellos conservan 
el rumbo de la costumbre.

Me han contado que salen 
a las horas de siempre. 

Por las mañanas al trabajo,
retornan, hacen la siesta 
y se apuran a buscar atardeceres.

Suben,
bajan de los buses,
atienden conciertos, 
cines, recitales.

Se sientan en algún café, 
sacan la pluma,
conciben los hijos de las calles.

Pobrecitos mis zapatos viejos

ellos aún no entienden 
que me he marchado.




Ana Cecilia Blum. (Ecuador, 1972). Poeta y ensayista. Estudió Letras Hispánicas en Estados Unidos y Ciencias Políticas en Ecuador. Autora de los poemarios: Descanso sobre mi sombra, 1995; Donde duerme el sueño, 2005; La que se fue, 2008; La voz habitada (Co-autora), 2008; Libre de espanto, 2012; Todos los éxodos (Antología Personal), 2012; Poetas de la Mitad del Mundo, Antología de Poesía escrita por Mujeres Ecuatorianas (Co-Antóloga), 2013; Áncoras, 2015; Rituales (Co-Autora), 2016. Ha sido invitada a leer su poesía en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, dentro del marco del encuentro literario La Pluma y la Palabra en Washington D.C.; ha participado en varios festivales literarios en América y Europa. Actualmente es editora de la gaceta literaria Metaforología. Es una sobreviviente de poliomielitis.

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